El mayor del ejército Arnulfo Sánchez había estado recorriendo con dificultad las selvas por más de un mes, cuando divisó el perfil de unas chozas de madera entre medio de la maleza.
 
Minutos después escuchó gritos y un breve andanada de disparos, mientras los rebeldes que ocupaban las chozas huían. Su batallón se movió nerviosamente y descubrió una de las mayores fábricas de municiones que hayan encontrado los militares.
 
La ocupación del campamento, que fue enseñado el martes a un grupo de periodistas --cuatro días después de que las tropas lo descubrieran en las selvas del departamento del Guaviare en el sur del país--, representa uno de los últimos golpes que le ha propinado el ejército a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
 
Pero la fabrica de municiones clandestina y el gran depósito de explosivos, granadas, morteros y municiones también muestra la magnitud de la tarea que enfrenta el ejército en su ofensiva contra los bastiones de las FARC, que llevan 40 años intentando tomarse el poder.
 
Adentro del campamento ocupado había cuatro generadores eléctricos capaces de suministrar energía a un pueblo pequeño, docenas de motores Suzuki para botes, sierras eléctricas, taladros eléctricos, equipo de construcción, baños, televisores y refrigeradores. También había aluminio, tubos de acero y talleres para convertirlos en minas, morteros y cohetes de variadas formas y tamaños.
 
Además, se encontraron el tipo de cohetes que emplearon guerrilleros de las FARC para lanzar un ataque contra un puesto naval el martes, que dejó 15 infantes de marina muertos y 25 heridos. No estaba claro si la munición ocupada en ese ataque fue fabricada acá.
 
Los terroristas invirtieron mucho acá, dijo el general Carlos Alberto Fracica.   Si podemos derrotarlos aquí, ellos no tendrán hacia donde escapar.   Pero estamos en desventaja. Ellos conocen mejor la selva que nosotros.
 
Los rebeldes han construido un red de caminos de tierra que desde el aire no se ven y que sumado a los ríos, forman un intrincado complejo de campamentos rebeldes y depósitos de municiones y armas.
 
En el campamento, una guitarra acústica estaba colgada de un clavo al lado de una despensa, que contenía un brillante juego de té, platos de cerámica, tallarines y galletas de chocolate importadas.
 
Cuando entramos al campamento no lo podíamos creer, recordó Sánchez.   Pero poco a poco vamos acabando con su base logística, limitando su habilidad para llevar a cabo la guerra.
 
Fracica, en una entrevista con The Associated Press en un helicóptero, afirmó que no hubo bajas del ejército cuando se tomó el campamento. Soldados en tierra despejaron una pequeña zona de aterrizaje y guiaron el descenso del helicóptero del general con fogatas, que lanzaron columnas de humo por sobre las copas de los árboles de la selva.
 
Fracica es el comandante de la ofensiva militar en el sur de Colombia, que se conoce como Plan Patriota, y que apunta a privar a los rebeldes de su principal base logística y dar muerte o capturar a los líderes de las FARC.
 
Unas 15.000 tropas peinan 76.000 kilómetros cuadrados de selva a pie para encontrar instalaciones de las FARC, que suelen ubicarse cerca de los ríos, lagos y lagunas, ya que los rebeldes necesitan tener acceso al agua, explicó Fracica.
 
Las tropas del gobierno pasan unos tres meses seguidos en la zona de combate, donde son aprovisionadas por aeronaves que despegan de las siete bases militares que hay alrededor de los departamentos del Guaviare, Caquetá y Meta.
 
Los comandantes militares dicen que la inteligencia informa que los jefes de las FARC rara vez permanecen en un mismo lugar por más de un par de días, en un juego   del gato y el ratón con el ejército.
 
Los escasos civiles que viven en el área se dedican a cultivar coca --el principal ingrediente de la cocaína-- y entregan poca ayuda, ya que usualmente tienen hijos e hijas en las FARC.
 
Antes de dejar la fabrica de armas ocupada, Fracica alentó a las tropas, que pronto se internarán en la selva para seguir buscando escondites rebeldes.