¿Qué puede sentir un país al saberse tutelado por gente que de su boca expulsa tanta animadversión? Pues, con palabras como la que se titula este artículo, ciertos gobernantes llaman a quienes censuran de inconstitucional algunas de sus decisiones. Gutiérrez califica de “miserables” a los deudores y de “podridos pretendientes de dar clase de moral” a los periodistas. Un ocupante de la Corte Suprema y algunos de sus compañeros tildan de malditos, vagos y blasfemos a quienes pitan debajo del edificio de la Corte Suprema de Justicia como manifestación sonora que pretende legítimamente que el Estado de derecho vuelva al país.

La escalada de violencia se reproduce en todas las esferas e incorpora a protagonistas criminales capaces de atacar cobardemente a León Roldós, quien debatía académicamente una de las alternativas de reforma política para restaurar la democracia. La represión también se contagia, y se fortalece con más aliados, quienes rediseñan la “lista de los más buscados”.

Primero fue Jaime Nebot. Acusado de provocador de rencillas callejeras por convocar una marcha que dejó en “blanco” los planes de desarmarla, pues pacíficamente –y a pesar de las veleidades del Gobernador y su jefe inmediato– más de doscientos mil guayaquileños respaldaron una autonomía consagrada en la Constitución, y no al “separatismo” como se le ocurre a algunos.

Luego, Carlos Vera, acusándolo con absurdos. Pues parece que no les queda claro que él, a razón de su libertad, seguirá diciendo las cosas sin etiqueta y que su vehemencia al denunciar las injusticias, cometidas a quienes no tienen voz, solo afectará a los responsables.

Valeria Merino, mujer valiente y profesional que lleva aproximadamente veinte años trabajando por la consolidación del Estado de derecho en este país.

César Montúfar, académico y velador del derecho de la sociedad civil y vigilante de que la  participación ciudadana se tome en cuenta en las decisiones públicas.
¿Será que ese poderoso anhelo les traiga a la memoria a Sansón y por ello se ofenden de su moño?

Gustavo Jalkh,  abogado y técnico por excelencia en Reforma Judicial, tan honrado como lo es su incondicionalidad por construir un sistema judicial mejor y eficiente. Parlamentario andino, que no solo ha invertido su tiempo honrando a la patria sino que ha fortalecido el acceso a la justicia humanizándola y entrenándola en una cultura de paz.

La lista es más larga y seguirá creciendo en la medida que se pretenda callar a quienes no saben arrodillarse ante lo absurdo. Los verdaderos y peligrosos enemigos de un gobierno no son aquellas personas que legítimamente profesan su libertad. Los auténticos y peligrosos disidentes son los errores que cometen ellos mismos; y a lo único que se puede llamar “miserable” es a la misma miseria que han generado aquellos ciegos de poder que eligieron robarle al pueblo su oportunidad de vivir con dignidad.

Esto se trata de nuestra democracia y de libertad, no solo de moral, pues si solo ese fuera el tema, nos bastaría aplicar el viejo refrán que dice:  “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.