Hacer un llamado a la sociedad y al Gobierno para generar propuestas tendientes a reconocer el esfuerzo del emigrante ecuatoriano, fue una de las principales conclusiones de la mesa redonda sobre el fenómeno migratorio, realizado el jueves pasado en la Fundación EL UNIVERSO.

En medio de una nutrida audiencia, Francesca Lagomarsino de la Universidad de Génova; Claudia Pedone, de la Universidad Autónoma de Barcelona; y Patricia Gutiérrez, del Servicio Jesuita al Emigrante, expusieron sus experiencias y estudios realizados en España y ciudades de Ecuador.

Lagomarsino se refirió a los primeros flujos migratorios de ecuatorianos en Génova, Italia, en 1989, cuando eran una minoría y al de hoy, cuando constituyen la primera comunidad de inmigrantes, con unos 20 mil compatriotas.

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La catedrática destacó la feminización de la migración por las fuentes de trabajo generadas en el servicio doméstico y cuidado de personas, a la que se dedican “mujeres solteras y casadas, con estudios superiores en muchos casos, que llegaron para buscar una mejor vida, salarios e incluso independencia”.

“La mujer casada inicialmente llegó con la idea de ahorrar dinero para retornar a su país, pero se dio cuenta que no pudo y emprendió el plan de reagrupamiento familiar”, indicó Lagomarsino.

A su vez, Claudia Pedone mencionó que en Cataluña un primer flujo de familias ecuatorianas se dio en 1998 al mercado del trabajo agrícola en Murcia, y luego el masivo movimiento migratorio se extendió a las grandes ciudades como Madrid y Barcelona.

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Un segundo momento de la llegada de ecuatorianos se dio a inicios de 1990,  principalmente a Barcelona y Madrid, Pedone precisó que en la primera de las nombradas viven más inmigrantes de la Costa, mientras en Madrid son más los serranos.

Destacó las posteriores cadenas migratorias que se dieron a través de las relaciones de parentesco, amistad y vecindad que configuraron estructuras mayores denominadas ‘las redes migratorias’.

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“Los inmigrantes sufren en el proceso de adaptación y ahora con la nueva Ley de Extranjería ven restringidos los mecanismos permitidos para las reagrupaciones familiares, a lo que se suman las constantes deportaciones”, dijo.

De su estudio sobre experiencias en Cuenca y Loja con los hijos de emigrantes, Patricia Gutiérrez, del Servicio Jesuita al Migrante, cuestionó la tendencia a estigmatizar a los hijos de ecuatorianos en el exterior, como pandilleros, drogadictos, problemáticos y de bajo rendimiento escolar.

 

 

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