Los iraquíes acuden hoy a las urnas en un ambiente de guerra y toques de queda para elegir un Parlamento que podría modificar la historia del país árabe.

Los iraquíes eligen hoy a los 275 miembros de la Asamblea Nacional Transitoria, que deberán elegir al presidente y  primer ministro, además de redactar una nueva Constitución. También se escoge la Asamblea Nacional Kurda, y consejos regionales.

Más de 100 partidos políticos de distintas tendencias  políticas y religiosas se registraron para los comicios, con la excepción de los sunitas, que decidieron boicotear el proceso.

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Entre los principales candidatos por ser elegidos primer ministro por la Asamblea está quien actualmente ocupa interinamente el cargo, Iyad Alawi, impulsado por su alianza de partidos laicos chiitas.

Su rival más fuerte es Abdel Aziz Al Hakim, líder del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq, que participa por la Lista Unificada Iraquí (LUI), consagrada por el ayatolá chiita Alí Sistani.

Con menores posibilidades de ocupar el cargo se encuentran Massoud Barzani, líder de uno de los dos principales partidos kurdos de Iraq.

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Otros  personajes con posibilidades de ser electos como primer ministro por la Asamblea, son Ibrahim Jaafari, actual vicepresidente del Gobierno interino iraquí y caudillo del partido chiita Daawa; y el estadista sunita Adnan Pachachi, quien no acató el boicot sunita a los comicios.

Comicios históricos
Con las elecciones de hoy, Iraq podría experimentar el mayor cambio del poder político de su historia moderna, mientras sigue convulsionado por la lucha entre las tropas de ocupación, lideradas por EE.UU. y grupos de resistencia iraquí.

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La credibilidad de las elecciones dependerá del número de votantes en un país desgarrado por la violencia y sin tradición democrática, lo que dificultará aún más la labor de las nuevas autoridades para la reconstrucción de una nación convulsionada, que tiene una crisis económica, con dos millones de desempleados, el 30% de la población activa.

El presidente de EE.UU., George W. Bush, cuya decisión de invadir Iraq provocó una guerra que ha matado a más de 1.400 soldados norteamericanos y miles de civiles iraquíes, y que le cuesta a su gobierno más de mil millones de dólares a la semana, espera que un resultado favorable en las elecciones le den el respaldo que necesita en su segunda administración.

Bush afirma que su reelección del pasado 2 de noviembre equivalió a una ratificación de la política iraquí por el electorado de EE.UU. Un revés le restaría popularidad y complicaría sus esfuerzos por lograr la aprobación de costosas iniciativas nacionales, como la reestructuración del Seguro Social y cortes tributarios permanentes.

Si las elecciones originan un gobierno estable y permiten una retirada gradual de fuerzas de EE.UU. de Iraq, Bush podría ganar una aclamación internacional y cimentar lo que él llama su legado de “propagar la democracia por todo el Medio Oriente”.

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Mientras, la violencia continuaba ayer en Iraq, donde al menos 16 personas murieron en varios ataques, uno de ellos contra la Embajada de EE.UU., pese a las estrictas medidas de  seguridad que incluyen el cierre de fronteras y limitación del tráfico.

Ayer, el primer ministro iraquí, Iyad Alawi, prorrogó durante 30 días más el estado de emergencia que expiraba el 8 de febrero, debido a que el líder de Al Qaeda en Iraq, el jordano Abu Musab Al Zarqawi, ha jurado atacar a los electores y centros de votación.