Con mucha pena y desilusión veo los últimos acontecimientos políticos que ocurren en nuestro país.

Es que en estos últimos 25 años de vida democrática hemos tenido la mala fortuna de ser dirigidos por camadas de políticos que con actitudes de servilismo hacia determinados grupos de poder han contribuido a destruir la calidad de vida ecuatoriana.

Esta generación (perdón, “degeneración”) de políticos, con el pretexto de ser nuestros representantes, se ha olvidado de que se debe a los ciudadanos; mas actúa como cortesana vendiendo su conciencia al mejor postor. Ejemplo, la Función Legislativa.

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Así, tenemos individuos que se hacen llamar padres de la patria (sí así son los padres, prefiero mil veces ser huérfano), que no se dan cuenta de sus ridiculeces y desatinos.

Transan entre ellos acomodo laboral para sus parientes en instituciones estatales, en vez de legislar. Y en el colmo de su infamia, se elevan el sueldo arguyendo que no les alcanza.

Un Poder Ejecutivo en manos autócratas, cuyas acciones dictatoriales rayan en la mediocridad, y las facturas de sus desatinos son pagadas por el ciudadano; una Corte Suprema desacreditada por la forma inconstitucional a la que accedieron sus magistrados. ¿Qué confianza nos pueden brindar sus resoluciones?

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Se hace mayor la procacidad en la degeneración de políticos que han logrado detentar el poder. Estamos ante grupos politiqueros ineptos que no han tomado en serio su responsabilidad. ¿Acaso todos estos individuos no recuerdan las palabras de santa Marianita de Jesús? (“Solo los políticos destruirán al Ecuador”). No deseo ser simple espectador de este entorno. No permitiré que clases de ineptos que detentan  poder sigan dirigiendo mi destino, destruyendo la doctrina sobre la cual se asientan cimientos de la república.

Este deseo de no seguir sometidos bajo el yugo de laya mediocre posee la fuerza invencible de la libertad y continuará creciendo mientras la clase política incapaz de aprender nada continúa decayendo. Miles de ciudadanos aspiramos el progreso.

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No deseamos que el país camine ensillado como asno conducido por esta degeneración de politiqueros, entre errores y omisiones, por satisfacer sus apetitos e intereses personales y grupales.

Carlos Iván Zavala Naranjo
Guayaquil

Si existiese en todos los países del mundo una ley que obligara aprobar un examen de conocimiento, en el campo de la realidad socioeconómica, política, cultural, e incluso de la Constitución política, una gran cantidad de políticos y candidatos a desempeñar cargos públicos de elección popular reprobaría; sumado a ello que muchos de estos “señores” parecen ufanarse de no conocer los buenos modales.

Esta es parte de la triste realidad que experimentan países de Sur, Centro y probablemente Norte de América.

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Muchos politiqueros, oh perdón, políticos, viven y están más interesados en: montar una red de espionaje con el fin de conocer qué hacen los políticos de la oposición para luego poderlos chantajear y obtener beneficios económicos; un cargo público para alguien del partido o un familiar, o contar con sus votos en la aprobación de una ley que beneficie al grupo económico con el que guarda relación.

Con disfrazar gastos, gestionar partidas presupuestarias de las cuales obtienen un porcentaje de ganancia.

Realizar declaraciones a la prensa sobre temas irrelevantes y figurar. Afiliarse a los mejores clubes sociales, del país o la región donde viven, con el deseo de codearse con la alta suciedad, oh perdón, alta sociedad, y que su fotografía salga publicada en páginas sociales.

A dichas actividades se dedican algunos políticos, a ellos no les interesa conocer la realidad del país. Y lo peor es que al final de sus mandatos como presidente o vicepresidente de la república, diputados, alcaldes y otros públicos pasan a convertirse en “analistas políticos”, en los “expertos” en temas económicos, en plantear criticas y sugerencias para sacar de la catástrofe al país.

Así es la realidad y no terminamos de llegar al final del camino, que debe ser el progreso.

Héctor Calderón Proaño
Guayaquil