Este es un pequeñísimo y humilde relato de realismo trágico llamado ‘El coronel y la santa’:

Sucede que un coronel, en los mejores tiempos, indeciso estuvo entre el convento y la milicia. Aunque ofició de sacristán, le ganó su amor por la patria, enrolándose por fin en las artes de las armas que defendieron su lugar natal.

Devoto como el que más, se empeñó grandemente en que la santa no fallase en su predicción: “Este país no desaparecerá por terremotos ni tragedias naturales, sino por sus malos gobernantes”. Y cumplió así, con Dios y con el diablo. Colorín colorado, este cuento ha empezado.

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Fabián Riofrío Corral
Quito

Preocupa profundamente la corrupción, por la que hemos sido considerados en el concierto mundial como uno de los países más corruptos.

Analizando la causa de este mal que está aniquilando a la sociedad ecuatoriana, me he trasladado a mi niñez cuando aprendí las vocales, encontrando en ellas la causa y solución de nuestra corrupción: la letra “A”.  Rara vez practicamos amor, amistad. Cuántos problemas solucionaríamos actuando con amor y haciendo honor a la amistad.

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La “E”. Si fuéramos emprendedores, cuántas fuentes de trabajo generaríamos soñando en que acabaríamos la migración que destruye a la familia, célula de nuestra nación; y cuán distinto sería Ecuador si invirtiéramos en educación.

La “O”, de organización. Si nos organizáramos para construir, no para destruir leyes y personas, distinta fuera nuestra patria.

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La “U”, de unión. Uniéndonos seríamos fuerza poderosa, pero somos lo contrario, cada cual por su lado primando siempre el interés personal al colectivo.

He dejado al último la letra “I”, porque en ella encontré la causa de nuestra corrupción, y es la vocal que más practicamos. Es la “I” de impunidad, si castigáramos el delito; es la vocal que está en la garganta de todos, desde el Presidente hasta el humilde ciudadano, la que entiende el hombre del maletín cuando un diputado se la dice: “¿i...?”,  para recibir una coima; la dice también la secretaria para recibir un soborno cuando se hace una denuncia y nos señala al investigador, quien nos dice “¿i...?”; siguiendo así una cadena de íes que nos hace corruptos.

Dr. Gonzalo Bermúdez Cedeño
Guayaquil