Ahora se ha producido una nueva y bárbara agresión, esta vez contra un ex vicepresidente de la República.

Causa estupor que se pueda atacar a golpes de puño y puntapiés a quien ha sido maestro y rector de la Universidad de Guayaquil, y que semejante atropello se lo haya cometido en los predios de la Universidad Central, donde debería primar el debate científico y no la voluntad de mafias políticas.

Varias tareas quedan pendientes ahora: Las autoridades universitarias deberán explicar qué ocurre en la institución que ellas dirigen y donde se producen eventos así. La Policía Nacional deberá investigar lo que ocurrió para hallar a los culpables. El Gobierno nacional deberá esforzarse mucho más si quiere demostrar que de verdad está interesado en la paz política del país, y que fuerzas oscuras no están aprovechando la indiferencia estatal para hacer de las suyas. Y la sociedad en su conjunto (partidos políticos, movimientos sociales, gremios de la producción, instituciones independientes) deberá expresar con mayor firmeza su rechazo a este y otros atropellos de distinto tipo.