Cristina López Becerra, contadora, de 27 años, fue abanderada del colegio de Señoritas Guayaquil (hoy Instituto Técnico Guayaquil) en 1995. A los dos meses de graduada entró a laborar en el hospital del Niño, del Ministerio de Salud, como auxiliar contable. Lo más difícil fue adaptarse al ambiente de trabajo en la burocracia.

“Hay muchos celos laborales. Me costó lograr que me expliquen cómo funcionaban las cosas, porque hay gente que tiene muchos años allí, que teme perder su puesto”.

Allí, López aprendió lo que es la indolencia. Cuando los trabajadores de la salud hacían paro, López debía “convencer al sindicalista de que nos dejara trabajar. Porque si se suspenden los pagos a los proveedores, los niños enfermos se quedan sin medicinas, sueros y comida, y simplemente se mueren”, dice.

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También aprendió lo que es la impotencia. “Me da frustración que el Ministerio de Finanzas se demore tanto en enviar dinero para pagar agua, luz, teléfono, medicinas. Una quiere lograr cambios, pero de arriba te frenan, los gobiernos te impiden mejorar las cosas”, expresa.

Hace dos años fue ascendida a analista financiera, pero “mucha gente estuvo reacia, y eligieron a otra persona que tenía contactos políticos para un puesto al que yo aspiraba”, dice. Hoy está complacida de ser la jefa financiera del centro de salud de Durán.