La contienda, la bravata o la revancha no son escenarios aptos para que la necesidad y la verdad expongan sus criterios. Los insultos, las tergiversaciones, los malentendidos, los sofismas, la carencia de sindéresis no son caminos de entendimiento en ningún pueblo del orbe. Deber de las autoridades es guardar la mesura, no mezclar lo turbio con lo ponzoñoso, no ensayar escaramuzas frente a la pobreza nacional que requiere de un plan bien trazado para vencer a sus ancestrales enemigos: la desnutrición, el hambre, la carencia de programas de salud para las madres y sus niños, la falta de una educación responsablemente llevada, la inseguridad galopante de todo género.

Aquello que hasta hoy se ha gestado, de lado y lado, entre Guayaquil y el gobierno central, tendrá que ser analizado oportunamente; un buen día se echaron las aguas a correr y es de esperarse que estas aguas solamente laven heridas, limpien torpezas y dejen abierto el camino para el entendimiento. Es peligroso seguir esgrimiendo un maniqueísmo rancio y de dudosa procedencia: nosotros somos los buenos y los demás son la encarnación del mismo Satanás.  Goethe decía que los humanos somos mitad ángeles y mitad bestias: no hay bestias completas, no somos fieras salvajes; “los seres racionales” somos eso: mitad bestias, es decir, dentro de nosotros también existe un ángel que pugna por salir, por demostrar que tiene alas para elevarse sobre la carroña, que tiene un espíritu noble capaz de las proezas más grandes. Quienes se han atrincherado en orillas opuestas, cada uno defendiendo sus razones y sus verdades, creámoslo, amigas y amigos, son mitad ángeles y mitad bestias; vale la pena pedir a Dios que la bestia no mate al ángel y que el espíritu vuelva a dominar la materia permitiendo que se enseñoree sobre los instintos y haciendo factible que la razón dirija nuestros pasos hacia la consecución del bien común.

El fin de semana comentábamos, con amigos de tiendas políticas distintas, sobre la responsabilidad de los gobernantes; al final todos coincidimos en algunos puntos que bien vale la pena que sean asimilados por quienes, de una u otra forma, nos gobiernan:

-Signo de autoridad es la ponderación, el sano juicio, la compostura acorde con la dignidad que se ostenta.

-Signo de autoridad es mantenerse en permanente búsqueda de la verdad y servirla a costa de cualquier sacrificio.

-Signo de autoridad es rodearse de gente proba, de gente austera, de ciudadanos con visión de patria, de consejeros desinteresados, de hombres y mujeres con deseos de servir a la comunidad.

-Signo de autoridad es levantarse sobre lo caduco, lo frívolo, lo banal, lo pendenciero,  lo efímero, lo pestilente, lo repugnante.

-Signo de autoridad es mirar muy lejos, otear el horizonte; proyectar la patria para los hijos y los hijos de los hijos, es encontrar las mejores leyes para administrar la nación y poner en manos de las personas más aptas y sanas la conducción de las carteras de Estado.

-Signo de autoridad es tener como aliados a la justicia, a la equidad, a la razón, a la sensatez y al amor de patria.