Una ciudad clandestina, con casas de madera, escuelas, puestos de salud y un pequeño comercio local surgida en los últimos años en la mayor reserva forestal amazónica del estado de Rondonia, en el noreste de Brasil, ha creado un dilema a las autoridades.
 
Su población es demasiado grande para desalojarla y reasentarla en otro lugar y dejarla como está sería un pésimo precedente para la preservación ambiental, según las autoridades.
 
Más de 5.000 personas viven en forma ilegal en la Floresta Nacional de Buen Futuro, reconoció Antonio Carlos Hummel, director de Bosques del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Renovables, Ibama, en una entrevista por teléfono desde Brasilia.
 
Las invasiones protagonizadas por pequeños agricultores, madereros y trabajadores pecuarios a ese parque nacional de 250.000 hectáreas comenzaron a principios de la década pasada, impulsadas por políticos y empresarios locales, afirmó Hummel.
 
Hubo negligencia de las autoridades al comienzo de las invasiones, admitió Hummel.   Pero aprendimos la lección. Ahora las invasiones son evitadas desde el comienzo, agregó.
 
Una decisión judicial de diciembre pasado obligó al Ibama a desalojar a todos los moradores. La entidad dijo que trabaja en forma conjunta con el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, Incra, en un estudio demográfico y socioeconómico de los invasores para determinar dónde reasentarlos en los próximos meses.
 
“La situación es compleja. No podemos llegar y desalojar a miles de personas de un día para otro”, señaló Hummel. Sin embargo, reconoce que no pueden sentar un precedente que incentive nuevas invasiones en otras reservas forestales.
 
Las reservas forestales son un atractivo destino para familias empobrecidas, que buscan tierra fértil y agua abundante. En el caso de Rondonia, la industria más próspera es la madera, con cientos de aserraderos en todo el estado.
 
Ibama quiere evitar nuevos asentamientos clandestinos temerosa de mayores impactos ambientales con la tala de árboles y clareo de bosques.
 
La tarea, de acuerdo a Hummel, es difícil. “Ciertamente los recursos humanos son insuficiente para fiscalizar todas las reservas del país”, explicó.
 
La selva amazónica brasileña, con cuatro millones de kilómetros cuadrados, ocupa una superficie similar a la de Europa Occidental y representa un 60% del territorio nacional. Durante el 2003, la deforestación alcanzó 24.130 kilómetros cuadrados (casi el tamaño de Bélgica), 25% más que en el 2001.