La última frase del soldado Vicente Arnulfo Rosero Palacios fue: Me dieron. “No alcanzó a decir más. Tenía un disparo en la parte izquierda del pecho. Habíamos tenido un combate de más de una hora y en ese cayó él. Eran como las 05h15 del 26 de enero de 1995”, recuerda el sargento Aníbal Olovache, quien formaba parte de la patrulla atacada.

Rosero se constituía en ese momento en el primero de los 34 combatientes ecuatorianos caídos en el Cenepa. Su muerte se produjo en el sector La Y, cerca del destacamento Cueva de los Tayos. Sin embargo su cuerpo fue uno de los últimos en ser extraído de la zona de conflicto, dos días y medio después.

Rosero había llegado el 7 de enero a Tiwintza y fue destacado a la Cueva de los Tayos como parte de una patrulla de 17 hombres. “Él presentía su muerte”, afirma Olovache.

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A su llegada hizo una cruz con dos palos tallados con su cuchillo de dotación. “Hagan ustedes también, que con esto así caigan aquí nadie les va a poner nada”, señaló a sus compañeros de patrulla.

“No me puedo olvidar, lo vi morir y no pudimos sacarlo”, dice Olovache. Otro integrante de la patrulla, el cabo Héver Castro, menciona que uno de los recuerdos más duros es haberlo visto morir y no poder rescatar de inmediato su cuerpo.

Clara Palacios, de 70 años, madre de Rosero y residente en la parroquia 10 de Agosto de Puyo, asegura sentir orgullo porque su hijo se constituyó en el primer héroe del Cenepa, pero llora por el vacío que dejó en su vida.

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La mujer, quien se dedica a las labores de reciclaje en el botadero municipal de Puyo, explica que como su hijo era soltero, ella y su esposo, Vicente, de quien está separada, reciben una pensión mensual de $ 140 que se reparten los dos.

Entre el Ejército y el Municipio de Pastaza le entregaron una casa en Puyo y una finca, que actualmente la alquila por su imposibilidad de poderla trabajar.

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Un busto del soldado caído está en el parque que lleva su nombre, en el centro de la parroquia 10 de Agosto, al sureste de Puyo. Ahí se realizan actos solemnes como la fecha de aniversario de la parroquia y el 27 de febrero, Día del Ejército.

Los adultos de la parroquia recuerdan “al joven” que se convirtió en héroe, no así los escolares. El pasado lunes, los once alumnos de sexto y séptimo año de la escuela República de Argentina, ubicada frente al busto de Rosero, se quedaron callados, se miraban entre sí y señalaban que no sabían mucho. “Creo que ese monumento es de un señor que murió en una batalla”, expresó uno de los menores.