Rina Pinoargote, de 17 años, alumna de La Inmaculada, estudió por tres semanas para los exámenes de grado. El día de la prueba oral, su madre, Isabel Zambrano, la acompañó para darle ánimo. Rina quisiera convertirse en abogada como su mamá, pero ella le ha aconsejado que no lo haga, porque “la profesión está muy deteriorada, el campo está muy corrupto”, dijo Isabel. Entonces Rina decidió seguir Comunicación Social, que también le gusta.

Los padres son los que más influyen en las decisiones de los bachilleres a la hora de elegir carrera, según una encuesta de Datanálisis a 250 graduados de colegios.
Pero este resultado genera una pregunta, ¿qué tan preparada está la generación que hoy tiene hijos en edad universitaria para orientarlos sobre las profesiones actuales?

Los padres deben comprender que el país ha cambiado, que ya no demanda las mismas profesiones de antes y que su rol debe ser, ante todo, el de acompañar a sus hijos en la búsqueda de su vocación, indica la catedrática Geoconda Cedeño.

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“Los padres pueden querer que los chicos sean médicos o abogados por tradiciones en la familia, pero el mercado exige otra cosa, y al salir del colegio tal vez todavía no tienen la información necesaria para decidir cuál será su carrera”, dice Cedeño.

Como directora de la carrera de Gestión Empresarial y Negocios Internacionales del Tecnológico Espíritu Santo y profesora de la Universidad Católica y de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), Cedeño ve “a diario cómo estudiantes eligen una carrera a ciegas”.

No es posible evitar siempre que los hijos se equivoquen al decidir qué profesión seguir, pero sí se puede acompañarlos en la caída y ayudarlos a levantarse, indica Cedeño, quien aprendió esta lección como profesora y madre.

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“Mi hijo David, de 19 años, no sabía qué estudiar. Primero quiso seguir Comunicación, luego Hotelería y Turismo. A la mitad del curso de Turismo me dijo ‘esto no es lo mío’. Yo le dije que ya sabía, pero quería que se diera cuenta, que él mismo se equivoque”.

Finalmente, David optó por estudiar Producción de Televisión, y sus padres (socióloga e ingeniero de profesión) respetaron su decisión.

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“Pienso que los padres no quisiéramos que nuestros hijos se equivoquen, pero si sucede, ellos deben saber que los errores sirven para crecer. A nadie le sale siempre todo perfecto”, indica.

Una manera de ayudarlos, explica Cedeño, es preguntarles a dónde quieren llegar, cómo se ven en cinco años. “Ponerse metas es el primer paso para conseguirlas”, dice.