En su libro de reciente publicación, el ex ministro Jorge Gallardo se defiende de las acusaciones en su contra por la reestructuración de la deuda externa (ver artículo anterior).

Después de estar a cargo de la reestructuración de la deuda, le correspondió a Gallardo ser Ministro de Economía. Una de sus iniciativas fue impulsar las leyes que crearon los fondos de estabilización petrolera.

Defiende la importancia de la creación de esos fondos, y hace hincapié en que no se deben utilizar los ingresos fiscales fruto de la extracción de crudo de las petroleras privadas para el gasto interno, por lo que ocasionaría la llamada “enfermedad holandesa” que castiga a la producción no petrolera. Ese dinero debe destinarse a reducir el endeudamiento, y así liberar recursos para la inversión social. Se pregunta por qué no se ha utilizado el Feirep para esos propósitos, y él mismo se contesta, en evidente referencia a su acusador Febres-Cordero:

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“¿Por qué no se utiliza el Feirep para realizar una operación de canje con los bonos globales? La respuesta cae en el plano de lo político. Las autoridades económicas tienen temores, justificados por cierto, que por razones de tipo político, se vuelvan a fabricar acusaciones infundadas sobre las operaciones de la deuda externa. De esta manera se está perdiendo la oportunidad para reducir aún más la deuda externa con los tenedores de bonos. El país continúa siendo presa de los políticos que mezclan el interés público con los intereses privados que representan y defienden a cualquier costo” (pág. 241).

El gobierno Febres-Cordero
De la defensa, Gallardo pasa al ataque, centrándose en el manejo de la deuda externa durante la presidencia de Febres-Cordero.

El endeudamiento agresivo iniciado en 1975 llevó a una crisis de la deuda externa en 1982, la misma que tuvo que enfrentar el presidente Hurtado. Hurtado optó por la sucretización, y lo hizo acertadamente, sostiene Gallardo:
“Las autoridades económicas de la época fueron muy cuidadosas con el diseño del mecanismo de sucretización, partiendo de la premisa que el Estado ecuatoriano no absorbería la pérdida cambiaria que podría producirse a futuro” (pág. 65).

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Pero, a continuación, indica, el 15 de octubre de 1984, en la presidencia de León Febres-Cordero, se ampliaron los plazos para la sucretización de una manera destinada a favorecer a los deudores: “Se desprotegió al Banco Central de eventuales depreciaciones en el tipo de cambio, y se abrió la posibilidad de que los deudores, ante un hecho económico de esa naturaleza, licuen sus deudas” (pág. 65).

Califica así, Gallardo, la gestión de Febres-Cordero: “En los cuatro años del gobierno de Febres-Cordero, la situación del país se deterioró desde el punto de vista económico y financiero, registrando altas tasas de inflación, crecimiento negativo de la producción, altos déficit en las cuentas fiscales y en las cuentas externas, y una deuda externa creciendo de manera acelerada como producto de los atrasos en el pago de capital a la banca y los gobiernos, lo que generaba la acumulación de intereses normales y de mora, los mismos que unos años después, tendrían que ser reconocidos a la par” (pág. 94).

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Ministro de Borja
Gallardo fue Ministro de Economía del gobierno que sucedió al de Febres-Cordero: el de Borja, que mantuvo la política del no pago completo de los intereses de la deuda, y llevó el índice de deuda externa pública al PIB de 95,8% en 1988, a 98,9% en 1992. Eso, a pesar del enorme incremento en el precio del petróleo que tuvo lugar durante la primera guerra del Golfo, dinero que pudo haberse utilizado para reducir el endeudamiento, y en su lugar se aplicó a fines improductivos, como el pago inicial en la compra de aviones a Ecuatoriana, que a la postre, la compañía de aviación tuvo que devolver.

Es mérito de Gallardo aceptar que se incrementó la deuda en el gobierno al cual sirvió, y de hecho, reproduce la cifra que acabo de mencionar. Pero busca, a través de los adjetivos, de minimizar las consecuencias de esa política:

“A pesar de la prudencia en el manejo de la deuda externa a partir del mes de agosto de 1988, los indicadores de deuda al cierre del año 1992, continuaban en niveles que confirmaban la situación de sobreendeudamiento por la que atravesaba la economía ecuatoriana” (pág. 118).

La publicación de su libro no podía venir en momento más oportuno para los intereses de Gallardo, ya que el cambio en la relación de fuerzas conlleva la pérdida de influencia del ex presidente Febres-Cordero sobre las cortes en beneficio de sus contradictores, quienes anuncian juicios contra el líder socialcristiano. El libro de Gallardo les provee de municiones.

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