Soy un turista que visitó por tercera vez Ecuador; me gusta su comida, música y sitios como Galápagos, Cuenca, Loja, Baños. Es un país rico en muchos recursos turísticos.

Sin embargo, los ecuatorianos no se dan cuenta de que hay mucho que cambiar para que su país alcance metas turísticas de primer orden. Mi primera observación es sobre el recuerdo que un extranjero se lleva de un lugar: Hay peligro al caminar en ciudades del país; no hay respeto a los derechos de peatones en pasajes protegidos por franjas blancas, en los cruces de las vías.

Se nota también la actitud de desprecio de ciertas fuerzas policiales; caso concreto, en un museo en Quito donde un policía me siguió (también a la guía, una señorita bonita) durante toda una visita,  en la que él empezó a imitar a un gato y a chiflarla. Protesté por esa actitud, pero el hombre continuó molestando y se rió de mí, y a la salida su superior me dijo que no había escuchado nada. En una ciudad dirigida por un general, y en un país dirigido por un coronel, esas actitudes son ofensas al uniforme, a las mujeres, y a ese lugar, el museo nacional. Eso ocurrió el 14 de enero. Estas son observaciones de un turista que quisiera regresar.

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Henri Flam
Bruselas, Bélgica