Las investigaciones sobre las lesiones que producen este tipo de parálisis han optimizado los tratamientos y crearon sofisticados mecanismos para mejorar la calidad de vida de quienes padecen el mal.

La parálisis cerebral está causada por heridas en las partes del cerebro que controlan la habilidad de mover los músculos del cuerpo. En general, el problema tiene su origen antes del nacimiento, durante el parto o apenas unas horas después del mismo. La gravedad de esta enfermedad varía y no empeora con el tiempo.

Afortunadamente, en la medida en que se conocieron mejor las causas de la parálisis cerebral, los tratamientos mejoraron y en la actualidad existe un amplio abanico de recursos ortopédicos, afectivos, farmacológicos y de aprendizaje que permiten que los enfermos tengan una muy buena calidad de vida.

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Si bien existen pocas estadísticas en la mayoría de los países sobre los casos de parálisis cerebral, una medida es la cifra que se registra en los Estados Unidos; allí, 500 mil personas sufren alguna forma de este mal y, cada año, 1.500 niños preescolares son diagnosticados con este problema.

Según las investigaciones de la National Dissemination Center for Children with Disabilities, existen tres niveles de gravedad. La primera y la más común es la parálisis cerebral espástica, en la cual hay demasiado tono muscular o músculos apretados, por lo que los movimientos son tiesos, especialmente en las piernas, brazos y espalda. Los niños con esta forma de parálisis cerebral mueven las piernas torpemente, girando o en salto de tijera. La parálisis cerebral atetoide (llamada también discinética) puede afectar los movimientos del cuerpo entero y genera movimientos lentos e incontrolados, y un bajo tono muscular que causa dificultades para sentarse en forma correcta o caminar. Por último, la parálisis cerebral mixta es una combinación de los síntomas anteriores, por lo que los afectados tienen algunos músculos demasiado apretados, otros demasiado sueltos, y se crea una mezcla de rigidez y movimientos involuntarios.

Los efectos de la parálisis cerebral pueden ser reducidos mediante un tratamiento temprano y continuo, enseñando a los afectados a hacer que sus cuerpos funcionen mejor o simplemente de otro modo que el habitual. Por ejemplo, un bebé que no puede gatear por causa de una parálisis cerebral podría aprender a moverse rodando. Los niños menores de tres años pueden beneficiarse enormemente al recibir servicios de intervención temprana. La intervención temprana es un sistema de servicios de apoyo para bebés y niños pequeños con discapacidades y para sus familias. Para los niños mayores, los servicios de educación especial y servicios relacionados están disponibles por medio de escuelas especiales que incluyen terapia física -desarrollo de músculos y destreza-, ocupacional y terapia del habla-lenguaje.

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Por otra parte, existen aparatos ortopédicos cada vez menos molestos y más sofisticados que pueden ser usados para mantenerse de pie o caminar, y otros que sirven para ayudar a los afectados a desarrollar todo tipo de actividades, como nadar o montar a caballo. Las cirugías, inyecciones de botox y otros tratamientos con fármacos también están en permanente evolución y pueden ayudar a disminuir los efectos de la parálisis cerebral, aunque no hay cura definitiva para tal condición.

Para informarse con más detalle sobre este tema, vea Ataque a la Parálisis Cerebral, mañana a la 1 y las 9 p.m. en Discovery Health.