Creo que lo más sano hubiese sido que el Banco Central revertiera el comodato del Centro Cívico  al Municipio.

Después de 20 años de abandono, el 25 de julio de 1990, el entonces presidente de la República, Rodrigo Borja, inauguró el teatro del Centro Cívico, el más grande de la urbe, con 1.800 butacas.

Entonces también nació la Fundación Centro Cívico que se hizo cargo del teatro hasta el año 2000, cuando desapareció y surgieron los nuevos proyectos del lugar con el nombre  Plaza de las Artes y Oficios.

La labor de la fundación se basó en la autogestión, expresa Patricia Isaías de Estrada, quien la dirigió desde 1996.

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“El Centro Cívico se mantuvo en base al alquiler del teatro para conciertos, presentación de artistas y eventos culturales y colegiales, aunque la más importante gestión que teníamos era la escuela de arte que impartía clases de música, danza, iniciación a la lectura, judo, teatro, dibujo y pintura. De la escuela se beneficiaban unos 800 niños al año, con más acogida durante los cursos vacacionales”, comenta Isaías.

Después de una gestión de la fundación, asegura, ante el entonces gerente regional del BCE, Patricio Dávila, salió una asignación en el 2000 para una remodelación del Centro Cívico, que incluía su plaza y el teatro. “Pero esa asignación se la dieron al arquitecto Freddy Olmedo, que como director regional del área cultural del BCE, decidió involucrarse en el Centro Cívico con un concepto totalmente diferente al que teníamos como fundación”, comenta Isaías.

Pensando en que serían evacuados temporalmente, mientras se hacían los arreglos en el Centro Cívico, la fundación adecuó un local en la avenida Domingo Comín y continuó ahí con la escuela de arte desde el 2000 hasta el 2002.

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“Comenzamos a darnos cuenta de que la idea de Olmedo de que funcione una facultad de arte, lo cual nos pareció bien, había cogido fuerza y ya no había lugar para la fundación, que incluso perdió personería jurídica al cambiársele de nombre al Centro Cívico por el Plaza de las Artes y Oficios”, indica.

La fundación, que tenía un patrimonio de 500 mil dólares, según Isaías, lo donó a diferentes instituciones culturales. Eso incluyó, cinco pianos, entre ellos uno de gran cola, único en la ciudad que hoy está en el teatro Centro de Arte.

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Lamenta que el trabajo de la fundación se haya truncado. “Creo que lo más sano hubiese sido que el Banco Central, si ya no quería entregarnos el Centro Cívico, revertiera el comodato al Municipio”, manifiesta Isaías.