El cineasta bosnio Emir Kusturica vuelve al cine tras siete años con La vida es un milagro, filme que considera su primer melodrama y donde aborda la guerra de los Balcanes sin pretensiones ideológicas o críticas, pero sí como “una vacuna contra la guerra”, según dijo.

Kusturica ofreció ayer en Madrid una conferencia de prensa para presentar su película, así como diversos conciertos que ofrecerá con su banda, la Non Smoking Orchestra (NSO).

La vida es un milagro narra las desventuras de Luka, un ingeniero de ferrocarriles tan absorto en su trabajo que no se da cuenta del comienzo de la guerra, ni de que su mujer, una soprano, lo ha abandonado por un músico, ni de que su hijo, futbolista, ha sido reclutado. Pero el tema de la guerra es abordado por Kusturica desde el humor y el surrealismo, ya que piensa que “las peores cosas de la vida se pueden pintar de la manera más optimista”.

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En ese melodrama, la guerra de los Balcanes es para Kusturica “no un punto de partida, sino una inspiración. Quería contar la guerra desde otro punto de vista, sin hablar de ideologías, sino a través de un argumento con una fuerza shakesperiana, sin señalar culpables”.

Lo que sí es La vida es un milagro –explica– “es una vacuna contra la guerra. Las guerras son  empresas contra las que estoy, pues todas las guerras se expanden por motivos económicos, y yo estoy en contra de esas empresas, en todos los sentidos”.

“Es triste –dice– que desde los años setenta no existan artistas que defiendan la autenticidad, que hablen de esos héroes que luchan por su ideología. El mundo está regido por un totalitarismo económico, es un mundo injusto en el que existen personas superiores e inferiores”.