Frente a mis ojos, en fugaz visión de pensamiento, están todos ustedes, jóvenes bachilleres del 2005; no importa la ciudad o la provincia, lo cierto es que miles de jóvenes como ustedes ahora se encuentran cumpliendo con los últimos requisitos para ser declarados, en solemnes ceremonias, bachilleres de la República. Bien por ustedes y por la meta conseguida, los mejores deseos para los años que vendrán. El Litoral ecuatoriano desde este mes contará con nuevas esperanzas, con sangre joven, con mentes preparadas y con voluntades que anhelan hacer de sus vidas un testimonio, una fuerza transformadora y una huella que invite a seguir esos pasos. Con la felicidad de educador me dirijo a ustedes con este mensaje que espero lo lean, lo mastiquen, lo digieran, lo asimilen y lo transformen en reflexión personal.

Imiten a los salmones, mientras perdure en ustedes el anhelo de la excelencia. Con cierta frecuencia nuestra televisión presenta la vida de animales y peces; cuando esto sucede no me canso de ver el comportamiento de los salmones: son peces alegres y juguetones, dueños de una movilidad maravillosa que viven en ríos normalmente torrentosos de aguas muy cristalinas; cuando el agua es golpeada una y otra vez, al precipitarse sobre pequeños o grandes rápidos, se transforma en una secuencia purificadora que cada vez la hace más clara y limpia.
¿Qué pasa con los salmones? Estos peces anualmente retornan al lugar donde nacieron movidos por una fuerza interna, por un instinto, por leyes biológicas escritas en su naturaleza; si bien cuando ellos nacieron disfrutaron de un viaje placentero río abajo, luego deben retornar y tienen que superar esos rápidos que ahora ya no son su delicia sino su problema: pues allí están esos peces, no discuten lo que tienen que hacer, no averiguan el porqué, lo único es que están compelidos a saltar una y otra vez hasta ganar una piedra, hasta llegar a un punto desde donde iniciarán otra vez la misma tarea: superar los obstáculos hasta llegar a su primer hogar, donde un día nacieron; los osos que les acechan no detienen sus brincos... al final del camino es visible el comportamiento vivaz y placentero de estos peces que alcanzaron su meta.

Jóvenes bachilleres: Dios quiera que sus vidas sean cristalinas y transparentes; odien lo turbio, lo sucio, lo corrupto; no caminen en el fango, no enloden sus existencias, ustedes nacieron para volar, para otear desde lo alto horizontes inmensos.

Tengan la fuerza, la constancia y la persistencia de los salmones para luchar contra corriente; inténtenlo una y otra vez para romper con costumbres equivocadas, para encontrar nuevos caminos, para vencer impulsos dañinos, para dominar el propio carácter y convertirlo en elemento vivificador y transformador, para conquistar metas aparentemente imposibles; no importa si caen en el intento, no se dejen arrastrar por la corriente.

No se olviden de sus raíces: sus padres, su hogar, las tradiciones y todo el entorno familiar; quiéranse entre hermanos y prométanse visitarse, ayudarse, apoyarse mutuamente; quien no ama a sus padres o desconoce a su familia puede convertirse en un ser sin patria, sin ley y sin honor.