Todos los días, a las 08h30 en punto, el guardia de la compañía Sefiem, Francisco N., está listo en su punto de vigilancia asignado para ese día. Su lugar de trabajo es la avenida Quito, en la que durante doce horas deberá permanecer pendiente de cualquier anomalía que ocurra en las tres cuadras regeneradas por el municipio, que están a su cargo. Por ese trabajo gana 200 dólares mensuales, “que no alcanzan para mi esposa y dos hijos”, revela. Para cumplir su tarea carga una radio transmisora, un tolete y un rociador de gas. “La compañía tiene armas”, aclara, “pero el permiso caducó, por eso no las llevamos”.

La consigna es cuidar los bienes municipales. “Que no se arroje basura, que no se hagan escándalos ni destrozos en la vía pública”. ¿Y en caso de un delito? “Si ocurre en la zona regenerada podemos intervenir, de lo contrario, solo podemos avisar por radio a la policía”.

Reconoce que el punto más difícil es la esquina de las calles Quito y Colón. “Ahí a las prostitutas tenemos que pedirles que se ubiquen fuera del piso de porcelanato instalado. A veces no hacen caso”. En ese sector presencia todos los días arranches y robos menores. “Los ladrones se refugian en las tiendas de caramelos”.

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Lo más duro de su jornada es estar siempre de pie. “Por suerte tengo 27 años y hago esto desde hace seis. Estoy acostumbrado”. No entiende por qué a veces pasa gente insultándolos: “si solo cumplimos nuestro trabajo”.