Los inicios del negocio familiar se dieron hace veinte años. John Garaycoa, gerente de Mac Security, quien se especializó en seguridad en Israel, recuerda que su primer cliente fue el colegio San José La Salle. En ese tiempo, con siete guardias, cuidaban a los estudiantes “de los típicos rateritos y arranchadores” que acechaban a los menores.

Ahora su cartera de clientes creció. Uno de los principales es el Municipio, que los contrató desde hace dos años para cuidar la red de mercados y el plan de viviendas Mucho Lote. También laboran con empresas privadas.

En la última polémica por la vigilancia privada en las calles, el grupo Garaycoa intervino con dos de sus empresas, Sesei y Mac Security, las que por poner 40 hombres equipados con motocicletas cobraban 54 mil dólares mensuales.

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Uno de los guardias, Luis Armas, reveló que no ha recibido ningún curso especial sobre seguridad privada. Eso sí, tiene entrenamiento sobre manejo de armas y charlas de motivación. “El que se mete a guardia sabe que arriesga su vida por 200 dólares. Debe hacerlo por vocación, por eso cualquier persona no puede ser guardia, ni a cualquiera se le puede dar un arma para que salga a las calles”, opina Armas.

El grupo familiar Garaycoa integra a cuatro empresas de seguridad: Mac Security, Guaypro, Inseti y Sesei, dentro de las cuales laboran en total 800 guardias.

En Mac Security hay 250 hombres. Su personal labora en turnos de doce horas al día y se encarga de custodiar casi 60 lugares, entre empresas públicas y privadas, para lo cual utilizan pistolas calibre 38 y carabinas Mosberg 12 milímetros.

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La empresa también brinda servicios de seguridad electrónica, monitoriza y ofrece, además, los servicios de investigación privada.

Sobre la polémica creada en torno a los contratos firmados para vigilar las calles, Garaycoa prefiere mantenerse al margen. Eso sí, descarta preferencia alguna por su empresa, que funciona en una villa de la ciudadela Bolivariana.

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El último contrato adjudicado a Mac Security por el Municipio fue la vigilancia del nuevo mercado situado en las calles Abel Castillo y Gómez Rendón, en el que se ubicaron los vendedores informales que trabajaban en los alrededores de la calle Pedro Pablo Gómez.