Los ojos de Kléber Criollo brillan al hablar de su realidad, especialmente cuando recuerda las dos ocasiones en que miembros de la Policía Metropolitana le quitaron su cajón que sirve como instrumento de trabajo para reparar relojes y como exhibidor de brazaletes y depósito de repuestos.

“Me quedé sin nada. Hasta había unos relojes de clientes que debía devolver.
Pero seguí adelante. “Solo se le deja a Dios, Él verá, Él ayudará”, afirma Criollo.

Llegó de Machala, porque, según dice, en esa ciudad no había trabajo. Durante algunos años laboró como guardián en una empresa privada donde obtenía un salario de $ 7 diarios. Se dedicó a la relojería para “independizarse”.

Publicidad

Hasta hace dos años tenía su taller ambulante en la feria libre de la Florida, al norte de Guayaquil. Entonces, el Municipio abrió el mercado del sector, pero Kléber no consiguió un puesto y debió improvisar en la entrada a Bastión Popular, a un costado de la vía a Daule.

“Aquí no molestamos a nadie, estamos lejos del centro, pero no nos dejan trabajar. Mire, ahí vienen los Metropolitanos”, refiere el relojero, quien obtiene un promedio de $ 15 diarios. Justifica su presencia como informal a la falta de empleo.