Alrededor de 360 empresas de seguridad, entre legales e ilegales, funcionan en Guayaquil. Son casi veinte mil personas particulares armadas  que vigilan propiedades públicas y privadas, según la II Zona Militar y la Asociación Nacional de Empresas de Seguridad Integral e Investigación. La Policía tiene solo cerca de cinco mil uniformados para similar control.

Según cifras oficiales, hay un guardia privado por cada 133 habitantes, pero esta relación puede bajar a un guardia por cada cien, considerando las empresas que no están debidamente registradas.

260
EMPRESAS
De seguridad privada se encuentran  registradas en la Cámara de Comercio, de las cuales solo 156 están habilitadas por la II Zona Militar.

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500
GUARDIAS
De seguridad están contratados por las fundaciones municipales.

Cincuenta millones de dólares se pagan anualmente para tener seguridad particular. Pese a ello, el número de robos aumentó en el último año en el 18%, en relación al 2003.

Samuel Parrales camina con dificultad. Su esposa lo ayuda a levantarse y, con dolor, intenta dar unos pasos. El joven guardia de seguridad, de 25 años, aún sufre las consecuencias del ataque a bala que junto a su compañero Gonzalo Montero vivió la noche del 10 de diciembre del 2004, en la esquina de las calles Argentina y José de Antepara. No se conoce quién fue ni los móviles del hecho.
El robo no lo es, pues no fueron despojados de nada. Todo en medio de la polémica entre el Gobierno y el Municipio de Guayaquil por la presencia de guardias privados en las calles de la ciudad.

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Parrales, guayaquileño, ex conscripto y quien ha trabajado siempre de guardia, enseña los orificios de entrada y salida de la bala 9 milímetros que lo alcanzó y atravesó sus intestinos, que fueron cortados en tres centímetros para salvarle la vida. Pese a todo, dice que tiene suerte. Los atacantes eran cinco tipos, todos armados, a bordo de un auto sin placas. En total, recibió seis impactos, pero el chaleco le salvó su vida. “Y como es necio”, según lo califica su esposa, espera recuperarse para volver a trabajar en la compañía Seguiresa. “No sé trabajar en nada más”, aclara él.

Otros murieron. Durante el 2003, más de veinte guardias fueron asesinados mientras trabajaban.

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Estos son dos de los escenarios que se presentan en la seguridad privada en Guayaquil, actividad que comenzó en 1960 con la llegada de la multinacional Wackenhut. Pero durante los últimos diez años estas empresas han crecido en más del 500%. Un gran número, por cierto, son ilegales, pero para todas hay trabajo.

Este crecimiento desmesurado, paradójicamente, tiene que agradecerse a los delincuentes. En total, entre quince y veinte mil guardias vigilan todo tipo de propiedades en Guayaquil, según datos proporcionados por la II Zona Militar, la Asociación Nacional de Empresas de Seguridad Integral e Investigación (Anesi) y las empresas de seguridad consultadas. Desde las privadas como empresas, domicilios, cines, centros comerciales, bancos, templos, estadios, autobuses, restaurantes... hasta las públicas como los mercados, malecones, aeropuerto, terminal terrestre, Registro Civil, calles y hasta parques. Sus funciones también se han ampliado: ya no están solo para evitar robos, sino hasta para prevenir a los enamorados que los besos están prohibidos. “Los tiempos de parques libres han desaparecido. Al punto que ahora hay más guardias que niños”, reflexiona el antropólogo Xavier Andrade.

El problema es que pese a los cincuenta millones de dólares que se gastan al año solo en Guayaquil para contratar a estos hombres, la delincuencia sigue aumentando. En el 2004, el porcentaje del incremento de robos –en relación con el 2003– fue del 18%.

¿La seguridad es un buen negocio? En general, quienes viven de ella creen que sí, “si es bien manejado”, dice Eloy Soria, de Polidos. “La utilidad varía del 8 al 10%”, revela, “pero cuando se trata de empresas grandes sube al 12%”, confirma. John Garaycoa, de Mac Security, es contundente: “Hablar de seguridad privada en el país es hablar de negocios”.

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Hay quienes tienen menos fortuna. Franklin Gallegos, presidente de la Anesi, –a la que solo están afiliadas 35 compañías–, confirma que existen guardias que ganan menos de cien dólares. “No tienen seguro social, de vida, nada”. En este grupo están tanto empresas legales como aquellas que actúan fuera de la ley. Y los guardias que trabajan por su cuenta y riesgo, especialmente en las ciudadelas. En general, todos coinciden en que la solución a la inseguridad no es llenar de guardias la ciudad. “La delincuencia continuará pese a que pongamos más vigilancia”, expresa Miguel Ángel Montalvo, de Seguiresa. “Mientras exista pobreza y no haya trabajo, los delitos aumentarán”. El otro problema es que no existe un plan integral de seguridad elaborado para Guayaquil. “Todo es improvisado. De pronto sacan un informe con los cuarenta puntos más peligrosos de la ciudad, pero no se sabe quién ni cómo lo hizo”, dice Eloy Soria, de Polidos.

“Además, no es recomendable que los guardias permanezcan estáticos en una esquina. Eso no es dar seguridad, porque a la vuelta de esa cuadra seguramente continúan los robos”.

El presidente de la Anesi, constituida en 1992, está dispuesto a una alianza con la Policía, que en Guayaquil tiene asignados cinco mil uniformados. “El propósito es que todo guardia privado tenga comunicación directa con la policía, cuando presencia un delito, para que haya una respuesta más efectiva. Falta concretar algunos puntos”, indica Gallegos. Esta experiencia en países como España, ya se aplica.

“Definitivamente, la delincuencia continuará pese a que pongamos más vigilancia. Mientras exista pobreza y no haya trabajo, los delitos aumentarán”. Miguel Montalvo, Seguiresa