La lucha a brazo partido de Lucio contra la oligarquía está dando resultados. Por fin la está acabando, tal como prometió en su campaña y ha repetido incesantemente a lo largo y ancho de su gobierno.

¿Sí han notado cómo la oligarquía está cabizbaja, cejijunta, triste? Y todo gracias a Lucio, que ha reivindicado a los pobres y, por primera vez en la historia, los ha llevado al poder para que gobiernen. ¡Lucio cumple!, como dicen todos los letreros sembrados en las carreteras.

Es que qué feos que eran los oligarcas que nos mandaban antes. Y no como los de ahora, que son bien lindos. Y no son nada oligarcas, claro.

Alvarito, por ejemplo. Pobrecito. Si da hasta pena verle. Aunque mucho más pena da oírle, claro. Basta que esté al lado de Lucio para que uno diga ¡ya era hora de que los pobres llegaran al poder!

Ahora llegaron, por fin, de la mano de Lucio, que siempre se encarga de velar por los pobres. ¿No ven al cuñado de Alvarito, Omar, encaramado en la presidencia del Congreso? ¡Qué cara de pobrecito que tiene el pobrecito! Hasta preso estuvo, por pobre. Pero no pues preso en una prisión, a donde van solo los ricos.
Sino preso en una clínica, que es a donde van a dar con sus huesos los más pobres de los pobres. Cuatro años en clínica, ¡qué tormento! Ha de haber salido con una cantidad de operaciones. Pero no pues de operaciones quirúrgicas, sino bancarias, que son las que más duelen.

En un currículum que él preparó para que todos veamos lo pobre que es, da cuenta que tiene solo tres diplomas: dos otorgados por el Círculo de Periodistas Deportivos y otro por la Asociación de Fútbol del Guayas. Y tiene una sola medalla: al campeón intercolegial de básquet. Con razón Lucio se puso tan feliz cuando le eligieron presidente del Congreso. Nunca antes alguien tan pobre había ocupado esa dignidad.

Es tan, pero tan pobre, que construyó “modernas y elegantes casas en Lago de Capeira”. Claro pues, como albañil ha de haber sido que construyó, el pobre. Es tan, pero tan pobre que, en el rubro “Aeropuertos” de su extenso currículum, escribe “hubieron (sic) ocho compañías calificadas”. ¡Pobrecito! ¡Ni escribir bien sabe! ¡Ya lloro!

Además de los pobrecitos del Prian, están los pobrecitos del PRE. Esos sí que los son más pobrecitos de todos los pobrecitos. Cómo será, que para subsistir tuvieron que llevarse en unos humildes costalitos de yute todos los muchos milloncitos que alcanzaron a sacar del Banco Central, en calidad de limosnas.
¡Qué ternura que da! Ni para maletas tenían, solo para costalitos.

Tan pobres, que no tenían ni qué festejar. Por eso Jacobito, pobrecito, festejó en una discoteca el primer milloncito de dólares que logró ganar él solito en las Aduanas. ¿No les parte el alma tanta pobreza?

¿Ya entienden por qué Lucio está tan orgulloso de acabar con la oligarquía y gobernar con los pobres del Prian y los pobres del PRE? ¿Y tan orgulloso de tener una Corte hecha a su medida, para que los defienda a ellos, que antes estaban tan huerfanitos, tan desprotegidos?

Razón tiene Lucio de haber roto la Constitución y cometer todas las arbitrariedades para favorecerles. Y razón tiene, también, en proclamar a voz en cuello que por fin se acabó la oligarquía.