50% iguales que Cristo

Mientras Jesús  oraba –se oyó una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo, el amado”.

De cada uno de los cristianos que estamos hoy aquí –y también de los que no están– Dios, en virtud de que por nuestro Bautismo hemos sido como injertados en Cristo, puede decir el 50% de lo que dijo de Cristo:

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“Tú (añadamos aquí nuestro nombre) eres mi hijo muy amado”.

Lo único que nos falta es el otro 50%, es decir, que Dios también pueda decir de nosotros: Tú eres (repitamos nuestro nombre) mi elegido”. Si el 50% primero es como para hacernos dar brincos de alegría, el segundo 50%, si bien debe hacernos poner bastante colorados, no es para desanimarse.

Ese 50% que nos falta para ser igualitos a Cristo se puede ir reduciendo a lo largo de nuestra vida.

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La fórmula para lograr esto es:

Haciendo el bien a nuestros padres (respetándolos, visitándolos, teniendo con ellos toda clase de delicadezas, ayudándoles...).

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Haciendo el bien a nuestros hijos (instruyéndolos en nuestra religión –si nosotros no, ¿quién?; dándoles buen ejemplo; ayudándolos –en la medida en que se dejen– en sus problemas, siendo justos con ellos, amándolos sinceramente...).

Haciendo el bien a toda esa gente  con la que Dios nos pone en contacto en nuestro trabajo y en nuestra vida social...).

Tomado de Misal de la Obra Nacional de la Buena Prensa-México D.F.