Desde distintos sectores de la Costa llegan al lugar decenas de conductores de  camiones.

Aquel grupo reunido frente a una  mesa, después de las 20h00  del jueves pasado, recordaba como algo cotidiano el haber pasado el Año Nuevo al volante de su camión bananero, lejos de casa. 

Félix Vera solo llega a su casa un día del fin de semana, pues durante seis días y sus noches pasa ya sea en el Puerto Marítimo o de viaje hacia las haciendas bananeras de la Costa. Él es uno de los más de 100 choferes de camiones de cajón de madera y tráileres que todos los días se estacionan cerca del  redondel del sector a esperar que les encomienden el traslado de banano desde los centros de producción hasta el Puerto.  Hay otros dos puntos de encuentro ubicados en los sectores Fertisa y la isla Trinitaria.

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Durante ese  tiempo Vera y sus otros compañeros comen arroz con menestra y chuleta en el puesto de Norma Suárez, quien hace nueve meses instaló un improvisado comedor con una carpa. Ella ofrece platos típicos como arroz con pescado, pollo frito, seco de gallina o caldo por $ 1,75. Con las ganancias mantiene y educa a sus dos hijos, aunque para ello tenga que trabajar hasta la medianoche.

Sobre la mesa quedan las experiencias cotidianas y los problemas de cada una de las familias de los camioneros, a quienes ven un sábado, domingo o cualquier día que les quede libre.  Daniel Paz recordó con tristeza aplacada por la costumbre  que sus hijos no le dicen papá, sino Danny.

  “En la casa al que le dicen papá es al abuelo”, recordó, mientras su compañero Félix Vera comentaba riendo que a él lo llaman  tío.
 
Un conductor que no quiso revelar su identidad contó que se da tiempo para sus tres hijos y dos esposas. A la madre de los pequeños la ve solamente los fines de semana, mientras que su segunda mujer comparte las rutas con él, en el camión.

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Si deben viajar hasta Los Ríos, por ejemplo, los choferes del Puerto reciben $ 10 por viaje.  La cifra puede llegar hasta $ 15 o más, dependiendo de la distancia que haya hasta el lugar de carga. Algunos no son dueños de los carros.

Avanza la noche y aumenta la cantidad de camiones que se estacionan en el lugar, donde la única luz proviene de las luminarias y de los automotores que tienen sus faros encendidos. 

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Para cruzar la calle hay que estar atento. El olor a gasolina es menos fuerte que el del comedor donde se vende desde erotismo en películas pirata hasta gafas, relojes y discos de los ritmos tropicales de moda.  Las mesas reúnen a los choferes, amarradores, supervisores de alimentos y quienes controlan la entrada y la salida de los camiones, en una partida de naipes, una ronda de cervezas o una merienda de arroz marinero.

¿Dónde duermen hasta que deban manejar? Dentro del camión o del tráiler, pero es mucho más cómodo si se lleva una hamaca. Por eso, César Fernández, de 22 años, nunca olvida la suya.

Todos concuerdan en que hace falta una mejor organización en el parqueo, un lugar que les brinde más espacio donde puedan estar agrupados por compañías de transporte o por horario de salida.  Además puntualizan que es una necesidad urgente mejorar la seguridad mientras trasladan el cargamento, pues cuando llega la madrugada y deben pasar por el puente de la vía Perimetral, que se encuentra próximo al sector denominado Tres Bocas, los asaltantes los dejan descalzos, solo con el camión  y lo que llevan puesto.

Cuando Félix Vera termina de comer, él y sus amigos  conversan un rato y luego  duermen para estar listos para el viaje. Ya en las vías, la música y el deseo de volver a la estación los mantiene despiertos en su recorrido por las rutas del Litoral ecuatoriano.

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