La pretensión de los pescadores artesanales de las islas Galápagos de que se les permita usar el método del palangre representa una nueva amenaza para varias especies marinas de ese archipiélago declarado Patrimonio Natural de la Humanidad.

Así lo indicaron fuentes de la Fundación Natura, uno de los grupos ecologistas más activos de Ecuador, que precisaron que esa técnica implica la captura accidental de otras especies, algunas de ellas, como el tiburón, seriamente amenazadas.

Los cerca de mil pescadores de las islas, situadas en el océano Pacífico a mil kilómetros de las costas continentales ecuatorianas, aseguran que el Gobierno se había comprometido con ellos a legalizar ese método en este año que acaba de comenzar.

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El palangre consiste en un cordel largo y grueso del cual parten ramales más cortos con anzuelos y cebos en sus extremos, de tal manera que al ser arrastrados por el barco atraen la atención de muchas especies marinas en busca de alimento.

El pasado viernes se anunció una reunión de la Junta de Manejo Participativo de las Galápagos, en Puerto Ayora, pero fue postergada. Esta instancia agrupa a las diversas autoridades estatales y locales junto con las organizaciones gremiales, corporativas y de base social de las islas.

La Junta deberá decidir si se aprueba la pesca con palangre teniendo en consideración informes científicos sobre su posible impacto ambiental.

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Los pescadores expresaron su intención de obtener la autorización directamente del Instituto Nacional Galápagos (Ingala), controlado por el Gobierno, lo cual crearía un nuevo conflicto de autoridad y de competencias.

Un plan piloto experimental de pesca de altura, realizado durante 96 días con 155 lanzamientos de palangres de entre 80 y 350 anzuelos cada uno, reveló que se capturaron 845 ejemplares de peces que se buscaban, pero junto a ellos cayeron también otros 568 ejemplares pescados accidentalmente.

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Junto con peces espada, albacoras y atunes, que eran las especies pretendidas, aparecieron en los anzuelos 482 tiburones, 60 rayas y 20 tortugas, lo que refleja un exagerado impacto negativo accidental en opinión de los sectores conservacionistas.