En el plano social la mentira es una señal de inseguridad. Quien deforma los hechos lo hace buscando aprobación cuando considera que la realidad no le favorece.

En un país en el que proliferan toda suerte de mentirosillos, es necesario repetir a las nuevas generaciones que "el engañador casi siempre termina siendo el engañado", porque detrás de la mentira solo podrán encontrarse inseguridades no confesadas. Esto, y no otra cosa, es lo que proyecta en sus congéneres el embaucador social.

Pero, en el plano político, la mentira es un arma de dominación. Así debe entender la sociedad civil, la teatralidad política del momento. Históricamente nuestro pueblo ha sido sometido por la fuerza del engaño, y no por la de las armas. No sorprendería que una vez más, bajo la sutileza de hacer participar a la sociedad civil, cacareos reformadores terminen confiados a una junta de notables que no representa el alma ecuatoriana y sus aspiraciones de cambio.

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En el país de los reformadores siempre habrá lugar a recelar de las grandes reformas, sobre todo cuando evaluamos los resultados. ¿Acaso pretender reformas, sobre todo cuando evaluamos los resultados? ¿Acaso pretender entregarles un quintal de azúcar a quienes desean un terroncito, podría ser la mejor forma de negarles lo uno y lo otro?

Espero que no tengamos que consultar temas jurídicos al pueblo, bajo esquemas de siempre porque eso se presta al manoseo político.

Ab. Édgar Macías Guerra
Guayaquil