Millón y medio de niños y adolescentes que padecen las consecuencias del cataclismo en el sudeste asiático constituyen la denominada “generación tsunami”, pues sufrirán durante años las secuelas, advirtió ayer el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Estos niños posiblemente sufrirán más que los adultos en los esfuerzos para la reconstrucción de los devastados países del Océano Índico, dijeron voceros del organismo.

“Probablemente subestimamos el impacto sobre los niños”, dijo Wivina Belmonte, portavoz de Unicef.

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Los niños representan al menos un tercio de los 150.000 fallecidos a causa del sismo y el tsunami ocurridos el pasado 26 de diciembre.

“Los niños no pudieron enfrentar el agua en los primeros días, y desde entonces fueron los primeros afectados en términos del mal acceso al agua (potable) y a la comida, por lo que sospechamos que los números (...) de las bajas crecerán”,  agregó Belmonte.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) espera impedir los brotes de diarrea o sarampión, que pueden matar a los niños o debilitarlos y aumentar la probabilidad de que fallezcan por problemas de salud secundarios.

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Ante el temor de que las pandillas de traficantes de niños exploten el caos ocasionado por el tsunami, Indonesia restringe la salida de los menores de edad, vigila las fronteras y coloca guardias en los campamentos de refugiados.

Las medidas coincidieron con preocupaciones de grupos especializados en el bienestar infantil, como Unicef, de que pandillas de traficantes de niños se han llevado a huérfanos para venderlos como mano de obra esclava o abusar sexualmente de ellos en países vecinos más ricos tales como Malasia y Singapur.