La noticia ahora es que los centros de Rehabilitación Social tienen una capacidad para albergar a 6.831 personas, pero entre sus paredes se encierran 10.203 reclusos, lo que arroja un exceso de 3.372 detenidos, que les disputan hasta el aire y el espacio físico vital a los demás.

En esas condiciones, es obvio lo que estamos consiguiendo: que todos allí se llenen de odio y de sed de venganza, y que aguarden la más mínima oportunidad para salir y desquitarse. Con cualquiera. Como sea.

No estamos justificando a los criminales. El que roba, el que mata, el que viola, merece el más enérgico castigo. No es con buenas maneras como se acabará con la delincuencia. Pero tampoco podemos ser ciegos o torpes: el hacinamiento no es firmeza, es estupidez, porque sirve solo para formar nuevos y más temibles delincuentes.

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El que de verdad se interese en la lucha contra el crimen, que lo demuestre preocupándose por el estado en que se hallan nuestros mal llamados centros de Rehabilitación Social.