Los ecuatorianos arrancamos hoy, 31 de diciembre de 2004, la última hoja del calendario con cierto disgusto porque el año que acaba nos deja en la misma frustración de antaño, pues, en vez de  gozar de bienestar en algunos aspectos de la existencia humana, hemos sentido desilusión, hemos experimentado atrasos en la economía hogareña. La falta de trabajo y de circulante es muy aguda, razón por la cual el comercio informal tiende a incrementarse, pues numerosas personas quieren con ansia y angustia ganarse unos dólares.

Debemos agradecer a nuestros gobernantes y alcaldes cuando emprenden trabajos a favor de las ciudades y pueblos, ya que estas acciones emplean a muchos obreros que llevan dinero a sus familias que tendrán para sus alimentos, para la salud y educación de los hijos. Pero, en numerosos hogares hay hambre canina que saben únicamente los miembros de aquellas familias que sufren la tragedia de vivir. ¿No habrá solución a un plazo corto en el nuevo año que mañana empieza?

Contemplamos con admiración cómo se han multiplicado las catedrales del comercio, que constituyen los comisariatos, hipermarkets, supermercados y mall, y miramos cómo los que tienen algún dinero pueden acudir a esos centros comerciales. Pero innúmeras familias no pueden acercarse a dichos lugares, porque no tienen dinero para movilizarse, peor para comprar. Lamentables hechos como los descritos podemos comprobar si miramos esos cuadros de tragedia que nos presenta la reportera del drama.

Frente a la pobreza y miseria que sufren tantos hermanos nuestros, aquí y en el mundo, está el terrorismo, aquella guerra sin rostro, que ha cobrado y cobra numerosas víctimas en forma imparable. ¿Por qué? ¿Para qué? Porque hay poderosos que siempre desean poseer para dominar a todos. No hay en ellos el santo temor a Dios, a pesar de que se declaren cristianos; pero esos crímenes son fruto de la incoherencia entre el creer y el actuar, entre lanzar discursos altivos y el obrar cotidiano.

La violencia genera violencia; y mientras continúe aquella incoherencia correrán sangre y lágrimas. Muchos no repasan la historia de la humanidad. Si repasaran verían cómo otros países, un tiempo reyes del orbe, perdieron la hegemonía, y esta pasó a otra nación. Junto al terrorismo y la violencia está la injusticia, que niega lo que corresponde a cada cual. A momentos vemos también cómo ciertos estados se vuelven injustos con sus respectivos conciudadanos, víctimas –a veces– de sus gobernantes.

Entre otros problemas del mundo están el genocidio racial, el aborto, la eutanasia, las víctimas de la migración, el sida, el consumismo, la corrupción y la lucha a ultranza por llegar al poder con odio y venganza. La única solución es Jesucristo que hoy lo contemplamos en el pesebre de Belén, como Príncipe del amor, de la esperanza y de la paz, para que los pueblos avancen y desarrollen como auténticos hijos de Dios, y no vivan como esclavos. Por eso, deseo a los estimados lectores feliz y próspero Año Nuevo.