El tumbabarrios, camareta con una carga de casi 100 gramos de pólvora, se comercializa en la ciudad este año. El Cuerpo de Bomberos y médicos alertan sobre los peligros.

De la camareta común al tumbacasas, luego al tumbaedificios y ahora, al tumbabarrios. Los fabricantes de petardos se esmeran por aumentar cada año la fuerza explosiva, motivados por una especie de competencia de causar más estruendo en el momento de despedir el año viejo y recibir al nuevo. Lamentablemente, no se toma en cuenta que también crece el  peligro, no solo para quien revienta el artefacto, sino para todos los que están en un área cercana.

Este año, en Guayaquil, el Cuerpo de Bomberos descubrió en uno de sus operativos que el uso de la pólvora en los petardos “rebasó los límites de la racionalidad”, pues los fabricantes, en su mayoría empíricos, crearon un objeto con una exagerada carga explosiva denominado tumbabarrios. Este puede causar desde la rotura de vidrios de carros y casas que están cerca, hasta la muerte de una persona.

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“Es un taco de dinamita criollo, el que lo utiliza debería ser considerado un subversivo”, afirma el mayor Luis Eduardo Crespo, jefe de operativos del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil.

Crespo aconseja: “No haga competencia con el vecino por causar estruendo. Si él arriesga, no lo haga usted”.

Las camaretas comunes, cohetes o voladores, tumbacasas, tumbabarrios y tumbaedificios son fabricados en forma rústica y clandestina, a partir de la pólvora y con materiales reciclados, como papel periódico, carrizo y tubos plásticos, con una mecha reducida. El armazón del tumbacasas es de PVC, que al explotar forma cientos de esquirlas.

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Los efectos del uso de petardos, que por lo general se colocan en  los años viejos, son múltiples. Pueden ocasionar daños materiales y humanos. Las personas sufren quemaduras, amputaciones de extremidades, rotura del tímpano  y hasta la muerte. Depende de la distancia a la que esté el individuo al momento de la explosión.

El otorrinolaringólogo Ulbio Alcívar Molina refiere que todo sonido superior a 90 decibeles es dañino. Para graficar, señala que en una calle muy transitada de Guayaquil la intensidad del sonido fluctúa entre 95 y 100 decibeles. Un avión al decolar provoca entre 100 y 110 decibeles, y el de la camareta tradicional supera los 120.

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En el caso del tumbacasas, el nivel de ruido puede fácilmente superar los 180 decibeles. Alcívar explica que el daño mayor lo provoca la onda expansiva, que por su alta frecuencia provoca la rotura del tímpano (delgada lámina de tejido que cubre la cavidad del oído medio).

La consecuencia: la persona queda sorda. El doctor Alcívar indica que más riesgo tienen quienes sufren de hipertensión y diabetes. El Cuerpo de Bomberos ejecuta operativos para confiscar estos artefactos, pero muchos ciudadanos esperan ansiosos para utilizarlos. Alcívar y Crespo manifiestan que frente a esa realidad hay que insistir a la gente que tenga mucho cuidado.

MEDIDAS

FABRICANTES
Toda persona que sea sorprendida en la fabricación de camaretas y otro tipo de petardos será sancionada con 15 días de prisión y deberá pagar una multa equivalente a dos salarios mínimos, según el Cuerpo de Bomberos.

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CLAUSURA
Otra sanción es la clausura del establecimiento que funciona como taller de fabricación de camaretas, porque se lo dedica a una actividad para la que no cuenta con permiso de las autoridades.

DENUNCIAS
Directivos del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil piden que los ciudadanos que conozcan los lugares donde se fabrican camaretas, en forma clandestina, denuncien para proceder a la requisa. El teléfono es el 102.

ELIMINACIÓN
Los petardos y otros artefactos explosivos que se utilizan en las fiestas de fin de año y que son requisados por las autoridades, son explotados en sitios alejados. Así se evita percances por almacenamiento.