Luego los viejos  adquirieron una connotación adicional, cuando los jóvenes de los barrios los comenzaron a usar para expresar sus opiniones sobre la situación del país, representando al dictador de turno o al demagogo del año.

Hoy no queda casi nada de aquello. Los viejos  de ahora casi exclusivamente son juguetes de cartón que representan a personajes de televisión y que se compran como cualquier mercancía.

En cambio, los peligros de quemar decenas de miles de muñecos al mismo tiempo se han incrementado en proporciones alarmantes, sobre todo la contaminación ambiental y los heridos con quemaduras (especialmente menores de edad). Los datos que muestra el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil para advertir de estos peligros son elocuentes.

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Todo esto indica que está llegando el momento de promover un cambio de costumbres, ampliando drásticamente las restricciones que ya existen para quemar muñecos y promoviendo otras maneras de celebrar el fin del año que rescaten lo mejor de aquella tradición que se está perdiendo.

Esto no ocurrirá de la noche a la mañana, por supuesto. Por eso, si bien las prohibiciones y sanciones serán necesarias, mucho más importantes serán las campañas de educación y propaganda que demuestren las ventajas del cambio.