El coronel Lucio Gutiérrez, quien no pierde la costumbre de liderar o ser cómplice de los golpes en contra del orden constitucional, ha dicho que convoca a la unidad nacional. No sabemos si es producto del ambiente navideño o porque está embelesado por la dizque victoria que la mayoría parlamentaria le concedió.

Tampoco sabemos qué dio a cambio de los votos ilegítimos que hicieron añicos la Constitución. Cuando se lo preguntan, responde con aires de pastor espiritual, que les hizo llamado a su conciencia para iniciar una batalla legítima en contra de la oligarquía corrupta y que, ante esa convocatoria, todos respondieron que sí. Es decir, que a más de su formación castrense y de ingeniería, cuenta con perfil de líder espiritual de conciencias.

De lo que no se ha enterado el coronel Gutiérrez es que sus novedosas facetas espirituales tienen una dirección opuesta a la que manifestaron públicamente los representantes de la Iglesia Católica ante el desastre jurídico que significa tener a treinta y un ciudadanos sentados en los escritorios de los magistrados de la Corte Suprema sin legitimidad alguna que los ampare y nos ampare.

Por otro lado, hay que reconocer el esfuerzo del coronel en repetir que no habrá “paquetazos” y que el país ha crecido. Sí, es un esfuerzo mantenerse en lo dicho aun a pesar de que las estadísticas del Banco Central dicen que los sectores productivos no crecen, y que las tasas bancarias no son inferiores al 13%. En un país dolarizado, esto es, simplemente, ir sin semáforo que nos detenga directo a más pobreza. Pero al coronel le parece minucia el precio de una libra de arroz y los aspectos de la microeconomía, pues él, tal como lo dijo, está para cosas más importantes. Me pregunto, ¿para cuáles?

Porque es fácil comprender que no vaya a la tienda de la esquina y pague por su canasta familiar, pues como ya sabemos esa se la pagamos nosotros con nuestros impuestos y el sueldo de quien va por ella. Pero lo que sí es difícil de pasarle por alto, es la respuesta que dio en una de sus últimas entrevistas, cuando tratando de “apoyar” lo resuelto por el Congreso dijo que si bien es cierto que no existía una norma constitucional que les permita a los diputados cancelar a los magistrados, no había otra que les prohíba hacerlo. En otras palabras, si no les estaba permitido tampoco les estaba prohibido.

No me alcanzaría el limitado espacio que tengo en esta columna para darle las orientaciones necesarias para ubicarlo en esta trascendental materia; ubicación de la que carece, al parecer, por la falta de asesoría adecuada en Derecho Público.
Un presidente constitucional no puede darse el lujo de carecer de esto.

Porque dicho de otra manera, para ver si así capta lo peligroso de su respuesta, usted pudiera alegar que como no está prohibido expresamente en ninguna parte, podría fusilar a quien no comulgue con sus convocatorias espirituales, o como que alguien alegue que como tampoco lo prohíbe ninguna ley, el pueblo pueda sacarlo de Carondelet sin juicio político previo.