Bajo el pesado y húmedo calor del trópico, Valerie Dandby-Smith tecleaba incesantemente en una máquina de escribir, trabajando con notas escritas en servilletas de coctel y trozos de papel.

Su jefe, Ernest Hemingway, le entregaba capítulos corregidos de lo que se convertiría en A moveable feast (París era una fiesta).

Mientras el autor y su secretaria trabajaban en San Francisco de Paula, la finca de Hemingway, la revolución cubana se había desatado fuera de las paredes de su isla donde él se había retirado a escribir.

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La chica irlandesa, de 19 años, había ido a Cuba en parte porque disfrutaba trabajar como secretaria de Hemingway, pero también porque el autor la amenazó con suicidarse si ella no lo acompañaba. Después de viajar con él en España durante meses, se había convertido en una musa para el viejo escritor.

A cambio, Hemingway era mentor de la joven católica de ojos verdes y pelo negro rizado, la cual pasó unos meses cómodos y agradables en Cuba con él y su esposa Mary.

Pero fue la última vez que vio con vida a su amigo y patrón: poco después de que la secretaria partiera de la isla, Hemingway se suicidó.

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Siempre estaba orientando a otras personas, dice.   Nunca pensamos que él podría necesitar un guía. Siempre era el comandante en jefe.

Más de 40 años después, Dandby-Smith, ahora Valerie Hemingway, nombre que adquirió por su inestable matrimonio con el hijo del autor, Greg, ha escrito una autobiografía.   Running with the bulls: my years with the Hemingways (Corriendo con los toros: mis años con los Hemingway), donde ofrece un punto de vista íntimo y único del nombre que ahora lleva.

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Fue redactado con cuidado aunque no con un tacto excesivo e incluso refleja un poco del famoso estilo del autor.

Esperé a que esto llegara. Este libro tenía que salir en el momento correcto, dijo.   No sabía cómo lo tomaría la gente, si les molestaría.

Sin embargo, dudo que les guste. Valerie Hemingway tiene 64 años, tres más que los que tenía el escritor cuando falleció.

Después me di cuenta, y cada vez lo constato más entre más vivo, que uno simplemente no puede hacerse responsable de otras personas. Creo que es posible ayudarlos, pero eso es todo, afirmó, reflexionando sobre el suicidio de Ernest Hemingway.   Creo que él ya se había decidido a cometerlo y yo no podía hacer nada. No tiene caso darle vueltas.

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A pesar del final turbulento, Valerie Hemingway recuerda con cariño sus días como miembro del clan Hemingway.
Mientras habla, es como si levantara una cortina que ocultara parte de la vida del autor.

Siempre estaba elogiando a las personas, dijo.   Las hacía ver mucho más interesantes de lo que eran. No sé cómo me hubiera descrito, pero me hizo sentir mucho más importante de lo que me sentía. Fue un regalo, realmente.

Valerie Dandby-Smith viajaba por España, trabajando como colaboradora para el periódico The Irish Times, cuando le encargaron un artículo sobre Hemingway. Lo rastreó hasta un café y lo entrevistó.

Durante la conversación, narra, el escritor inmediatamente comenzó a darle consejos para su carrera.   Dijo que mi trabajo iba por el rumbo equivocado. Debía olvidarme de Irlanda y ver y aprender lo más que pudiera sobre España, escribe.

Él insistió en que lo acompañara a Pamplona a las fiestas de San Fermín, y aceptó la oferta. Poco después, tenía un empleo como su secretaria, aunque aparentemente ella pasaba más tiempo divirtiéndose.

Lo sorprendente de la historia de Valerie Hemingway es cómo fue incluida en el grupo del escritor, ungida como uno de los chicos, incluso más que su esposa, Mary.
Valerie y los amigos pasaban horas bebiendo, riéndose y viendo corridas de toros.

Ella se pregunta por qué la eligió, especialmente si se toma en cuenta que no tuvo un romance oficial con Hemingway.
Si hubiera pensado que iba a haber un romance, me habría ido, manifestó la ahora escritora.   No era lo que yo buscaba. No me involucré en sus problemas maritales.

Sin embargo, evidentemente Ernest Hemingway sentía una afinidad por su secretaria.   No puedo vivir sin ti. Ya lo sabía. Pero ahora lo sé para siempre, escribió en una carta, publicada en el libro de Valerie Hemingway.   Siempre te amo con la misma fuerza en la mañana al despertarme que en la noche cuando me acuesto.

El escritor nunca hablaba de su hijo, Greg. Había animosidad entre ambos, pero Valerie Hemingway no sabía por qué. Lo conoció en el funeral de su padre, se hicieron amigos y a la larga se casaron, criando cuatro hijos. 

Posteriormente ella descubrió la razón de la separación entre padre e hijo: a Greg Hemingway le gustaba vestirse con ropa de mujer.

Sandra Spanier, profesora de inglés en la Universidad de Penn State, es la editora de un libro de cartas del escritor que aún no se publica.  Dijo que el texto de Valerie Hemingway representa una contribución valiosa a la información disponible sobre el autor.

No queda mucha gente viva que pueda darnos un punto de vista de primera mano sobre Hemingway. Ella era muy joven cuando lo conoció y la relación entre ambos era muy importante para él, y creo que narró su historia con dignidad y perspicacia, dijo Spanier.