Los escritores de la Biblia tienen como primer objetivo no la ciencia, sino revelarnos, sirviéndose de imágenes y conocimientos de su tiempo, el plan que Dios tiene para humanizar en plenitud al hombre y a la mujer. De acuerdo a la revelación, Dios que es amor, decidió desde siempre su gesto supremo de amor: darse gratuitamente en su Hijo, haciéndose hombre, solidarizándose con la humanidad desde su misma entraña.

El hombre fue creado por Dios Padre, a través de millones años de evolución, teniendo como modelo a su Hijo. El hombre ya era su imagen; Dios Padre en la primera Navidad nos muestra la imagen del hombre perfecto en su Hijo.

Los demás hombres no podemos realizar todas las expresiones del ser humano: alguien puede ser médico y abogado; otro más dotado puede ser médico, abogado y agricultor; un tercero puede ser médico, abogado, agricultor y artesano; pero nadie puede ser también astrónomo, psicólogo, etcétera, porque el yo de cada uno de nosotros no puede sostener todas las expresiones o formas de ser humano. El yo de Jesús, en cambio, es el yo del Hijo de Dios; yo infinito que puede asumir todas las formas de ser humano en todos los tiempos y de todos los pueblos.

Dentro de la multiplicidad de rasgos de humanidad se destacan varios, uno de ellos la verdad. Jesús es la idea del Padre, expresada en una palabra, la Palabra. Jesús es la Palabra de Dios, reflejo fiel del Padre. La característica primera de esta Palabra es ser verdadera, es decir, reflejar la realidad. La verdad es una raíz de la justicia y la paz.

Somos sensibles a la justicia y a la paz; sin embargo, no nos inquieta mucho la verdad.

Si examinamos a contraluz la realidad en la que vivimos cristianos y no cristianos, descubriremos que una causa profunda de la injusticia y de la multicéfala violencia es la mentira. Todos sabemos que la destrucción de Iraq se debe a una gran mentira. Estamos más inclinados a aceptar mentiras que verdades. Un aprendiz de terrorista había proferido en el recinto de una respetable entidad provincial:
“Esos sacerdotes niegan la hostia a los que son simpatizantes de una provincia”. Alguien dio la impresión de haberle creído. Las familias se dividen por los chismes; algunos juicios se pierden por perjurios; los pueblos se sienten frustrados por las falsas promesas en tiempo de elecciones; los ciudadanos son vejados por esos servidores públicos, cuya atención se reduce a decir con frialdad “vuelva mañana”, para lo mismo repetir mañana. Es también semilla de violencia no solo la falsa  información, sino también la falta de información acerca de los recursos disponibles del Estado y de la parte que correspondería a cada provincia, cantón y parroquia; es semilla de violencia, porque fomenta, especialmente en los más fuertes, actitudes de derecho sin la obligación de crear nuevos recursos. “La verdad les hará libres”, dice Jesús. Y, si la libertad efectiva es patrimonio de todos, hay paz creadora.