El nadador ganó seis medallas de oro en los Juegos Olímpicos.

Aunque no alcanzó el número de medallas doradas que Mark Spitz ganó en Munich 1972 (7), el estadounidense Michael Phelps se unió a su ilustre compatriota como una leyenda de la natación al conquistar en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 seis medallas de oro y dos de bronce.

Semejante suceso elevó a Phelps al rango de héroe nacional, cosa rara en un país donde la mayoría de los deportes olímpicos solo tienen la atención de los  grandes medios durante algunas semanas cada cuatro años.

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Sus proezas ocuparon la primera página en publicaciones de todo género. Fue invitado a una gira por doce ciudades organizada por Walt Disney y a la Copa Ryder de golf, donde compartió con estrellas de la magnitud de Larry Brown, entrenador de los Pistons de Detroit, el multimillonario Donald Trump y el actor Samuel L. Jackson.

Un tabloide neoyorquino difundió incluso una eventual relación de Phelps con una de las hijas del presidente norteamericano George Bush.

El revuelo que causó fue tal que incluso las dos semanas que pasó en su casa familiar de Towson, en la periferia de Baltimore, una calle fue bautizada con su nombre:
“Michael Phelps Way”.

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“Esto es verdaderamente una nueva experiencia para mí; no puedo quejarme”, dijo el longilíneo Phelps (1,91 m y 75 kg).

Phelps, el Delfín de Baltimore sabe que tendrá otras ocasiones de enriquecer su palmarés. El  mundial del próximo año en Montreal, Canadá, y en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.

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También es humano
En tanto, ya mencionó la posibilidad de nadar una vez más tras el récord de siete preseas de oro y un millón de dólares, prometidos por un patrocinador. “Las cosas se producen por una razón”, declaró Phelps al referirse a su fracaso en ese sentido en el 2004. “Esto me va a motivar durante los próximos cuatro años como los Juegos de 2000 (quinto en mariposa) lo hicieron con vistas a  Atenas”, dijo.

Solo aparece una mancha en su exitosa carrera: un arresto en Maryland por conducir en estado de ebriedad, capaz de sacudir a la Norteamérica puritana y un hecho que permite comprobar que Phelps también es humano.