Sus obras se exhiben en los museos Municipal de Arte Contemporáneo de Cuenca y del Banco Central de Bahía de Caráquez.

Regresó en el 2003 para quedarse un tiempo en el Ecuador.
Había vivido en Francia, Alemania, Singapur y Argentina.
Pero la sociedad que dejó hace 15 años, cuando decidió marcharse del país, no era la misma. Ahora estaba poblada de historias de migración. No había amigo o conocido que no tuviera alguien que se haya ido, alguien que migró.
Rocío Plúas comenzó a imaginar esos mundos, a escribir los relatos que escuchaba, a  almacenarlos en la memoria.

Reparó en que necesitaba plasmar el tema del desarraigo, en el cual trabajaba hace algún tiempo, en una superficie distinta al lienzo, y le vino a la cabeza la idea de las hormas de zapato.

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Deseaba comprarlas, pero no las hallaba en el mercado, hasta que un día se enteró de que un zapatero cerraba su taller porque se iba a trabajar a España. Ella le compró una parte. Se quedó con las hormas y les dio un nuevo uso. Las vistió. Las convirtió en arte objeto y preparó con ellas la muestra Andando, que ahora presenta en la galería Mirador de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Una horma de zapato da la idea de andanza, de tránsito, de movimiento, y, al igual que el ser humano, se desgasta, cambia, se transforma, dice Plúas. En la exposición, la primera individual que presenta en el Ecuador, la artista también exhibe pinturas.

Para esta mujer guayaquileña, mostrar su trabajo en su ciudad es importante, “porque en él yo vuelco todo lo que soy y lo que soy es esta tierra”, comenta.

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Su arte está marcado por su propia historia: el permanente tránsito, las andanzas, la curiosidad del viaje. A los 14 años, cuando era estudiante del colegio Veintiocho de Mayo, quería irse a Europa y empezó a buscar beca, pero no la consiguió. “Me despertaba con unas angustias y pensaba tengo que irme”, relata. Se fue cuando terminó su carrera de profesora de francés. Su padre le había recomendado que primero obtuviera el título.

Llegó a París con sus ahorros, que no eran mucho, a estudiar, a conocer todo lo que pudiera, pero también dispuesta a trabajar. Posó para un pintor argentino radicado en París, de nombre Mario Durán, a quien le gustaba retratar rostros mestizos, trigueños, indígenas, con el cual hizo amistad y califica de viejito sabio. Para entonces, Plúas ya hacía sus dibujitos, como le gusta decir, y se los mostró al artista. Fue él quien le dijo que tenía talento y debía estudiar en la Escuela de Bellas Artes. Asistió a ella como oyente.

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Alemania, lugar en el que decidió instalar un bar-galería por su propia afición al arte, y Singapur, fueron sus dos nuevos destinos. En este último estudió en la Nanyang Academy of Fine Arts, donde se graduó en 1997. “Pensé quiero ser pintora, quiero hacer las cosas bien y tengo que estudiar”, recuerda.

Fue en Singapur donde presentó en 1998 el proyecto artístico titulado Sombras, que es el inicio de su carrera profesional. “Perdí la timidez y empecé a trabajar temas de raíces, porque es mi propia historia”, señala.

En ese mismo año se radicó en Argentina y en ese país, junto con un grupo de amigas artistas marcadas por la migración y el desarraigo, forma el grupo Transit, con el cual presentó exposiciones. También realiza las individuales Orígenes y Banano precolombino y participa en la Bienal de Arte Contemporáneo.

En el 2003 llegó a Guayaquil, donde quiere reinstalarse, según dice. A finales de enero próximo, junto con su esposo y su hija, se irá a vivir a Hamburgo, pero sus planes son regresar siempre, estar entre Alemania y Ecuador y hacerse un lugar en el mundo artístico local, que para ella tiene alta significación, “porque yo soy de aquí y todo lo que soy y produzco es gracias a Guayaquil”.

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Fue el entorno que halló al regresar a su país, el que la llevó a preguntarse qué pasa con la sociedad signada por la diáspora y con la estructura familiar ecuatoriana, que hace 15 años era casi irrompible; pero, sobre todo, cómo enfrenta el ser humano esta vorágine de cambios.

Todo ello lo plasma en sus obras, pero no de una manera triste. Comenta que ha descubierto en Guayaquil una especie de boom cultural, que está invisibilizado por los medios de comunicación. “No es verdad que la ciudad es superficial y que quiere imitar a Miami solamente. Aquí hay valores”, refiere.

Madurez. Esa es la palabra que Plúas utiliza para describir lo que ha extraído de su experiencia de viaje. Posee una mirada más amplia de la vida y valora todos los instantes, porque son los que la han formado: las conversaciones sencillas con sus padres, los estudios de arte,  lo que ha visto, escuchado y leído; toda esa suma es ella, a sus 42 años.

FORMAS

MÚSICA
Rocío Plúas dice que mientras pinta le gusta escuchar música, porque esta le permite ver los colores. Trabaja con música clásica, pero también con canciones de Bebo Valdez y Diego El Cigala, o de Cesarea Evora.

LECTURAS
La artista prefiere leer biografías más que novelas, porque afirma que algunas novelas están bien escritas, pero no dejan nada al lector. Cita como un autor preferido a Federico Andahazi, porque es un escritor que describe con solvencia el mundo de la pintura.

PROYECTOS
La muestra Andando la exhibirá próximamente en Berlín. Una colectiva con el grupo Transit recorrerá varias ciudades de Bolivia. La muestra de Transit estuvo ya en Ecuador, en las ciudades de Guayaquil, Quito, Cuenca, Manta y Bahía de Caráquez.

ESCRITURA
A Plúas le interesa escribir. Dice que desde joven escribía poemas, hace siempre anotaciones y esas anotaciones luego sirven de sustento teórico para sus obras de arte. Comenta que le gustaría ingresar a un taller de escritura. Se considera una permanente estudiante.