Unos días antes del 19 de noviembre del 2003, Johnny Gómez le había prometido a su hijo, del mismo nombre, regalarle un carro a control remoto para la Navidad, recuerda su esposa Dolores Guerra, de 27 años.

La pareja tenía previsto comprar el obsequio y dejarlo bajo la cama del niño, a la medianoche del 24 de diciembre, como lo hacían en épocas anteriores. Pero esa Navidad, el pequeño Johnny  no encontró el obsequio porque un mes antes (19 de noviembre)  su padre desapareció tras la incursión policial que frustró un atraco en  la farmacia Fybeca. “Fue la primera Navidad y Fin de Año que mi hijo y yo pasamos sin mi esposo. En esos días no tuvimos cena, no hubo regalos, no hubo nada”, relata Guerra mientras abraza al pequeño y dos lágrimas recorren sus mejillas.

Dice que un año después, Johnnycito, de 6 años, como cariñosamente llama a su hijo, continúa esperando junto a su cama el carro a control remoto que le prometió  su papá, a pesar de que un amigo de él y Dolores Vélez, una de las dos viudas del caso Fybeca, le regalaron, cada uno, un juguete similar.

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“Esta Navidad será igual que la del año pasado, en casa (en la Floresta 1, al sur de Guayaquil) sin Johnny, sola con mi hijo y sin un regalo que darle”, agrega Guerra mientras el menor, que viste una camiseta con la foto de su padre estampada en el pecho, llora y repite la palabra “demoto” por querer decir “remoto”, en alusión al juguete que espera aún de su padre.

Guerra señala que al abrir la alcancía del pequeño solo encontró ahorros por 7 dólares, que no alcanzaban para comprar el juguete que su hijo quería, dinero que finalmente gastaron en adquirir alimentos el pasado fin de semana.