Aproximadamente 21 meses después de la invasión estadounidense, las fuerzas militares de Estados Unidos siguen estando esencialmente solas para combatir lo que, al parecer, es una insurgencia en aumento.

El New York Times publicó lo siguiente en uno de sus editoriales del miércoles, 22 de diciembre:

Esta ha sido una semana devastadora en Iraq y apenas es miércoles.

El martes, una explosión destrozó una tienda de campaña que hacía las veces de comedor, a la hora del almuerzo, en una base militar de Estados Unidos cerca de Mosul, matando cuando menos a 24 personas y dejando heridas a 57. El día previo, el presidente Bush finalmente reconoció que muchos de los más de 100.000 alumnos iraquíes, con los que Washington había estado contando para que asumieran tareas de seguridad básica, estaban lejos de estar a la altura de esa tarea. Además, el domingo, ataques con coches-bomba mataron a más de 60 personas en las ciudades sagradas del chiismo de Nayaf y Karbala, en tanto que en Bagdad, un grupo de asesinos arrastró flagrantemente a tres funcionarios electorales desde sus automóviles, a plena luz del día, y los ejecutó en el acto.

Esto no solo es un caos previo a las elecciones. Es clara evidencia de que con unas cruciales elecciones ahora a menos de seis semanas, el esfuerzo de Estados Unidos con miras a darle existencia a un nuevo gobierno iraquí, que represente a todos los grandes grupos poblacionales y sea capaz de defenderse a sí mismo y sus ciudadanos, aún tiene un largo camino que recorrer. Aproximadamente 21 meses después de la invasión estadounidense, las fuerzas militares de Estados Unidos siguen estando esencialmente solas para combatir lo que, al parecer, es una insurgencia en aumento sin ninguna perspectiva clara de éxito decisivo en algún momento del futuro previsible.

Washington no tiene socios militares de importancia en escala internacional aparte de Gran Bretaña, y ningún respaldo iraquí con el que pueda contar. Las elecciones, que en algún momento dieron la impresión de que podrían dar paso a un gobierno con legitimidad en escala nacional, amenazan cada vez más con intensificar las divisiones entre los grupos de los que se espera que participen de manera entusiasta –los chiitas y los curdos– y una desafecta y sitiada comunidad sunnita, la cual da la impresión en estos momentos de tener probabilidades de mantenerse distante.

Aún pudiera haber tiempo para que Washington trate de salvar las elecciones, pero eso requeriría de prestarle mucha mayor atención a quejas legítimas de los sunnitas y mostrar una apertura hacia la posposición de las elecciones durante varios meses, si eso tuviera una oportunidad razonable de atraer una mayor participación de los sunnitas. Hasta ahora, Bush se ha resistido vigorosamente a un enfoque de esa naturaleza. A medida que pasan las semanas sin un progreso discernible, las esperanzas por un resultado decente se van tornando progresivamente más difíciles de sostener.

Justo en estos momentos, el único progreso yace, al parecer, en la disposición del reelecto Bush para enfrentar algunas verdades difíciles:

Una de ellas ciertamente involucra a las fuerzas iraquíes de seguridad, las cuales siempre han sido presentadas como la clave para el retiro estadounidense. A lo largo de más de un año, el secretario de la Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, así como otros oficiales del Pentágono han estado alegando que muchas decenas de miles de iraquíes estaban siendo entrenados para que asumieran el control sobre deberes de seguridad en la vanguardia, permitiendo a fuerzas estadounidenses, primero, retirarse de grandes ciudades y después, en una fase posterior, volver a casa. La semana pasada, en una reunión con los dos máximos comandantes militares de Estados Unidos que son responsables por Iraq, Bush recibió una cándida evaluación sobre el grado real de preparación de estos aprendices iraquíes, cuyos números actualmente rondan aproximadamente los 114.000. Bush fue admirablemente osado con respecto a eso en su rueda de prensa de este lunes, destacando que si bien unos cuantos generales buenos y algunos buenos soldados de a pie habían recibido entrenamiento, “no está en su sitio la totalidad de la estructura de mando para tener unas fuerzas armadas viables”.

Nos alegra escuchar a Bush reconociendo esta realidad que brinda ecuanimidad, pero aún seguimos esperando su explicación con respecto a quién tendrá que ocupar el lugar de estos iraquíes que aún no están preparados para el combate y por cuánto tiempo. Dada la falta de otros países dispuestos a ofrecerse como voluntarios, todo parece indicar que la única respuesta es más tropas estadounidenses, y no solo a lo largo de la primavera, como se planea actualmente.

© The New York Times News Service.