A diferencia de la alegría que se siente en diversos hogares de la ciudad, propio de esta festividad, en la sala de Gastroenterología y Cardiología del Hospital del Niño Francisco de Ycaza Bustamante se siente la tensión y preocupación.

Dos madres de familia pasarán la Nochebuena y Navidad con sus pequeños dentro de las paredes blancas y celestes del área. Su compañía serán dos enfermeras y el portasuero que, algunas veces, parece interminable.

Isabel Ulloa, de 27 años, no celebra esta fecha como quisiera, junto a su familia con regalos y una cena. Desde hace dos años cuando le detectaron a su pequeño Isaac Leal, de 2 años, una estenosis esofágica (estrechez del esófago) y desnutrición en tercer grado.

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“Aquí pasé velando la salud de mi hijo, observando cómo goteaba el suero y pidiéndole a Dios por la vida de él”, relata.

Las enfermeras que atienden al menor dicen que no puede ser operado hasta que recupere su peso. Sin embargo, el proceso es complejo porque el pequeño no puede ingerir alimentos y lo hace a través de una sonda que se le colocó en el estómago, junto al ombligo.

Hoy, Isabel estará junto a la cuna de su hijo. Vigilará que cada medicina se le dé a la hora adecuada y sobre todo, dice, rezará mucho para que su bebé se recupere.

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Aída Peñafiel, de 19 años, también permanecerá en el hospital junto a su hija, Andy Peñafiel, de un año y un mes, quien fue internada desde el 24 de noviembre pasado por una cardiopatía congénita.

La menor deberá ser operada en días posteriores, pero antes debe curarse de un problema respiratorio. En esta Nochebuena, Aída dormirá temprano con su hija y será la primera vez que pasará lejos de su familia y de su tierra, Manabí.

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Mientras rememora aquellos tiempos, sus ojos se ponen rojos. Manifiesta que no pierde el entusiasmo, ya que asegura que la enfermedad de su hija puede tratarse de una prueba de Dios para ver si uno tiene paciencia y fe en estas circunstancias.