Mientras las familias se unen hoy, en Nochebuena, ellos pasarán en asilos y hospitales.

En esta Nochebuena, la nostalgia y la tristeza invaden el corazón de la mayoría de  ancianos que viven en asilos y hospicios. Sin embargo, tratan de sobreponerse al amargo sentimiento y se dedican a transmitir alegría mediante el baile, un brindis, canciones y a través de la plática.

La Navidad de Jesús María Carrión viuda de Galeas, de 91 años, no es la misma que la de hace ocho años. Antes celebraba esta fecha con su esposo e hijos en una casa adornada con árbol y pesebre. Había regalos, música y, sobre todo, unión familiar.

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Ahora vive sola en el hospicio Corazón de Jesús de la Junta de Beneficencia de Guayaquil porque asegura, ella lo quiso así.

“Mi esposo estaba amenazado de muerte, así que decidí refugiarme aquí”, precisa.

Cerca de su cama tiene un pequeño armario donde guarda los vestidos y el maquillaje que le envía su hijo Ramón Alberto de los Estados Unidos.

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Estos objetos son imprescindibles para ella, especialmente en este mes, cuando su grupo de amigos, todos ancianos, se “ponen guapos” para recibir la visita de estudiantes y personas.

Jesús María reconoce que aún le queda mucho de su “coquetería”. Por eso, le gusta  usar diariamente labial y  polvo rosado en las mejillas.

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En la noche de hoy, al igual que en años anteriores, dice, habrá el tradicional brindis con agua de canela, a las 21h00, y cada grupo colocará a su Niño Jesús en el pesebre.

Después, asegura, cantará y bailará porque “a mí siempre me enseñaron a estar alegre para estas fechas y cooperar en lo que más pueda”.

Esta mujer, de lento caminar, irradia felicidad mientras habla. Sus compañeras de cuarto aseguran que  todas las navidades ella es la alegría del sitio porque les levanta el ánimo con sus bromas y forma de bailar.

A 30 metros del cuarto de Jesús María está Rosa Cornejo, de 80, quien ingresó al hospicio hace dos años.

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Esta “ancianita” se considera una gran comunicadora. Después del brindis, hasta la medianoche se quedará dialogando con sus compañeros, rememorando experiencias y contando chistes.

No obstante, confiesa que cuando recién entró al asilo era una persona solitaria ya que “no me integraba porque todos eran diferentes y no me sentía bien”.

Su percepción cambió en el momento en que un sacerdote le manifestó que la mejor forma de ser feliz era ayudando a los demás. Entonces, la consigna fue, cuenta, darles alegría y ánimo para vivir y que no sean tan rebeldes.

“Es verdad que uno se pone triste y nostálgico en esta época, pero en mi caso se me quitó cuando los caballeros de la Virgen de Fátima trajeron la imagen”, señala esta devota católica.

Este año no hicieron el juego del amigo secreto, por descuido, expresa Rosa. Pero, “espero que  el próximo año lo hagamos si Dios quiere y nos da vida”.
Rosa no espera la visita de algún familiar hoy o mañana, pero se siente contenta porque aprendió a tolerar a sus compañeros. 

En el asilo Carlos Luis Plaza Dañín también se siente la nostalgia. Agustina Medina Muñoz, de 80, expresa que en la Nochebuena le gusta escuchar los cohetes y las campanadas de la iglesia mientras se recuesta en la cama de su habitación.

Pero antes acudirá a la capilla para “agradecerle a mi Dios por la vida que me da”.

La tarde de hoy, ella y sus compañeros tienen previsto hacer una “minipeña”. El cantante será Simón Bolívar Zambrano (75), más conocido como Zambranito, quien llegó hace un año y posee una voz melodiosa y enérgica.

En esta Navidad, ellos coinciden en que el mejor de los regalos es tener vida, sentirse seguros y saber que lograron formar y hacer felices a sus hijos.