El reciclaje en los botaderos de basura del país es una de las peores formas de trabajo infantil.

Un informe de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) reveló que Quito es la ciudad ecuatoriana donde trabajan más niños en los basurales. En la actualidad hay 362 infantes de entre 5 y 17 años.

Este grupo está en permanente riesgo de sufrir accidentes por el contacto con gases tóxicos generados por la descomposición de los desechos, cortes por manipular objetos metálicos y el contacto con desechos hospitalarios.

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La fundación Desarrollo y Acción (DYA) y el Municipio de Quito impulsan un proyecto de reinserción de estos menores al sistema escolar.

No lo dudó ni un instante. Pocos segundos después de que apareció un camión de basura en la escombrera de Carapungo, Édison Mogoña, de 14 años, se colgó de una puerta del vehículo en movimiento, subió al cajón y con mucho esfuerzo coronó una montaña de desechos.

Cada vez que llega un camión tiene quince minutos para escoger el mejor cartón, los metales y los objetos de vidrio, en competencia con otros niños y adultos que subsisten del reciclaje.

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“Hay gente que se trepa más rápido, coge todo y no dejan trabajar”, aseguró Édison, quien asume su trabajo con la seriedad de un adulto.

Para sus amigas Liliana Simbaña (14), Pilar Collahuaso (15) y Nataly Simbaña (13), la operación fue un poco más difícil. Divisaron el camión un minuto después que Édison, y subieron cuando ya varios minadores se disputaban los escombros que pueden tener algún valor.

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Las tres adolescentes empezaron a trabajar como minadoras entre los 9 y 10 años.

La lucha por obtener material de la basura es una labor cotidiana para 74 niños del sector de La Bota, en el norte de la ciudad, quienes laboran en una escombrera cercana en el barrio Carapungo.

La cifra fue proporcionada por la fundación Desarrollo y Acción (DYA) que, junto con la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), elabora desde el 2002 un informe sobre una de las peores formas de trabajo infantil: el reciclaje en los botaderos de basura del país.

Quito es la ciudad ecuatoriana donde trabajan más niños en los basurales. En la actualidad, se suman 218 infantes de entre 5 y 17 años, que laboran o están en riesgo de hacerlo, en La Bota y en la estación de transferencia de Zámbiza, donde la DYA ubicó a 144 menores que trabajan de manera permanente u ocasional.

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Si bien el Municipio almacena todos los desechos en el relleno sanitario de El Inga, la basura es depositada durante el día en las dos estaciones de transferencia del sur y en Zámbiza, donde persiste la labor del minado.

El trabajo infantil en el reciclaje de basura ha sido calificado por la OIT como de alto riesgo, por los peligros que allí corren los niños.

A Pilar Collahuaso, un camión le aplastó un pie, en momentos en que intentaba subirse. Un dolor intenso le aquejó por varios días, pero nunca fue atendida por un médico.

La niña, quien tiene los primeros recuerdos de su infancia afincados en la escombrera de La Bota, donde laboró su familia, piensa que la agilidad y la fortaleza física son las habilidades más importantes para desempeñar su trabajo. 

Desde los 10 años trabaja  en el minado, y nunca fue a la escuela, hasta que hace unos meses ingresó al proyecto Avanzar, del Instituto Nacional del Niño y la Familia, dedicado a menores con más de tres años de retraso escolar.

Precisamente, uno de los principales efectos del trabajo infantil en los basurales es el ausentismo escolar y la falta de oportunidades.

Según el estudio de la OIT, los niños minadores aportan con un 17% del ingreso familiar, y tienen, en promedio, un retraso escolar de tres años. 

Los niños minadores sufren cuatro veces más accidentes que un menor que no trabaja.

Entre otros riesgos, está el contacto con gases tóxicos generados por la descomposición de los desechos orgánicos, cortes por la manipulación de objetos metálicos y el contacto con desechos hospitalarios.

A la escombrera de Carapungo ingresan materiales de construcción y otros desechos que no son aceptados en las estaciones de transferencia.

En ocasiones, llegan desechos orgánicos, perros muertos e, incluso, cadáveres.

En Zámbiza, algunos menores minan la basura en la noche, cuando obtienen mejores productos, y viven en el botadero, en casas hechas de material reciclado.

Lourdes Toaquiza, de 16 años, trabaja en Zámbiza con su familia desde las 05h00 hasta las 18h00, todos los días. Desde que terminó la escuela se dedica en un ciento por ciento al minado.

Lourdes guardó silencio ante la pregunta de lo que quisiera hacer cuando sea grande. En Carapungo, Pilar limpió un gran camión de escombros antes de responder, con una sonrisa, que quiere ser arquitecta. Su mejor amiga, Liliana, ya tiene definida su profesión: va a ser costurera. Édison lo piensa largamente: “sería bueno trabajar en cualquier cosa, pero aquí es bonito porque uno recoge cosas”.