Quienes utilizan ese disfraz dicen que literalmente sudan la gota gorda para ganarse un dinero extra en diciembre.

Leonel Coello Valdez, de 40 años, era un exitoso visitador a médicos, pero en 1998, debido a la crisis económica, perdió su empleo. Fue entonces cuando su tío, Carlos Garcés, “uno de los pioneros de la ciudad en trabajar como Papá Noel”, dice, le ofreció hacer el mismo trabajo aprovechando sus más de 300 libras de peso y sus 1,80 m de estatura.

Desde entonces, han pasado seis años en los que Leonel, aparte de hacer un expreso escolar, de abril a enero, trabaja como Papá Noel en centros comerciales y eventos particulares durante diciembre.

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Como Leonel, dentro de esas voluminosas y mágicas figuras que por estas fechas están en los almacenes, veredas, centros comerciales y fiestas infantiles, se esconden seres anónimos que como casi todos, tienen familias, necesidades, sueños y esperanzas.

“Yo, pese a mi edad, llevo un niño adentro, por eso, esto más que un trabajo es un juego”, asegura Leonel, quien además se confiesa amante de los niños, mucho más del suyo, de 4 meses de nacido.

Se enorgullece además de no ser ningún Papá Noel improvisado. “Los niños preguntan de todo, pero a mí no me cogen en ninguna porque estoy al día en todo: juguetes, programas infantiles, películas. Cuando salió El expreso polar (la película) lo primero que hice fue ir a verla”, comenta Leonel.

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“Déjeme sacar esto porque ya me tiene loco”, dice enseguida mientras se despega su espesa barba artificial y el gorro, que dejan ver un cabello sin canas pero con entradas. ¿“Si ve esto de aquí”?, pregunta señalándose las mejillas y la barbilla lastimadas. “Tengo quemada la cara porque esto aprieta, aquí no hay aire acondicionado que funcione; en 15 días que hago de Papá Noel bajo unas 20 libras en pura transpiración”.

Pero deja de quejarse para decir que lo suyo es natural. “Tengo una caja torácica grande y puedo todo el día andar riendo, jo-jo-jo-jo”.

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Recuerda también que como visitador a médico le iba muy bien, “ganaba mucho dinero”. Sin embargo, reconoce que no le va nada mal como Papá Noel. “Ahora muchos de mis amigos me cuestionan: ¿Pero cómo puedes hacer eso? y les digo: ¡Qué, te cae mal ganar unos 2 mil o 3 mil dólares!, porque le cuento que con esto vivo tranquilamente febrero y marzo cuando no hay expreso”.

Pero así como asegura vivir intensamente el personaje, “también soy un ser humano y me afectan muchas cosas”.

“Yo no quiero juguetes sino que me devuelvas a mi mamita, me dijo una niña cuya madre recién había fallecido. O, yo solo quiero que mi papito no le pegue más a mi mamita. Ante eso lo que hago es abrazarlos y decirles que los quiero mucho”, comenta Leonel.

Para René Rivera Limberla, también de 40 años y con mucho más de 300 libras (dice que no le gusta pesarse), vestirse de Papá Noel, a más de darle unos dólares extras, “es hacerles creer a los niños en la magia del personaje”.

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Vinculado al mundo del espectáculo, pues antes fue promotor y bailarín de los grupos Colección y Son Latino; Renán es una figura muy popular sobre todo en el centro de Guayaquil. Durante los meses ordinarios trabaja como impulsador de almacenes de zapatos y en diciembre, para esos mismos almacenes, se disfraza, desde hace seis años, de Papá Noel.

A este Papá Noel, de tez morena y que se pinta la cara de rosado, no hay personas, chicos o grandes, que dejen de saludarlo por las calles, incluso desde los colectivos.

Como pasa más tiempo en la calle y veredas, su traje no es de gamuza sino de gabardina. Pero, a pesar del calor, nunca deja de atender a los niños que se le acercan. “Es importante que los niños crean en Papá Noel, porque él es un ejemplo de educación. Yo siempre les digo que no sean malcriados, que se tomen la sopita, que estudien”, comenta Renán, quien aunque también se confiesa amante de los niños, no tiene hijos. “Soy soltero” dice, mientras hace esfuerzo por levantarse de una silla para atender a unos pequeños que lo requieren.