En el país existen muchos temas de este género,
que forma parte de su patrimonio musical.

Los estudiosos de la música suponen que el origen del villancico puede ubicarse en la Edad Media, durante la época en que San Francisco de Asís inició la celebración de la Navidad con el arreglo de los belenes o nacimientos.

Asimismo, que llegó a este país, inicialmente a Quito, durante la época colonial, y que se afianzó por la difusión que le dieron los primeros religiosos franciscanos.

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Pero hay musicólogos que precisan y coinciden en que el villancico ecuatoriano está basado musicalmente en el sanjuanito indígena, porque un buen número de tales composiciones ofrece esa particular característica.

Sin embargo, cuando aquel se compone e interpreta en otros sectores del Ecuador, como los del Litoral, tiene otras características o estilo.

Gracias a la tarea didáctica de músicos y sacerdotes de siglos pasados aumentó la interpretación de villancicos; los mestizos, indios y negros los adoptaron en su repertorio e incluso le dieron su propia cuota de creación.

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Desde entonces, la melodía se mantiene algo vigente, sin la profusión de antaño, debido a la arremetida de otros géneros musicales y también porque su mensaje mayor lo hace tomar plenitud entre diciembre y enero por los festejos navideños y de Reyes.

Varios nombres
Aunque en los distintos lugares del país donde se lo interpreta el villancico destaca por su poesía de regocijo y optimismo cristiano, su denominación no se mantiene. En algunos sectores, como en Manabí, lo llaman chigualo;  entre la población negra de Esmeraldas e Imbabura, además del nombre anterior le dicen tono de Navidad o aguinaldo; y en numerosas poblaciones andinas recibe el apelativo de tono del Niño.

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Hay que destacar igualmente que por su alta dosis de poesía y canto, el villancico permite mezclar la danza y dramatización.

Por ello los festejos populares identificados con el folclore social, las reuniones familiares, barriales e institucionales, que incorporan la interpretación de esos hermosos temas, alcanzan una especial algarabía que contagia a protagonistas y asistentes. Esto, mientras disfrutan de los potajes típicos de la temporada (chocolate, dulces, rompope, buñuelos, etcétera) y, por supuesto, de los juegos pirotécnicos.

Entre los escritores y músicos ecuatorianos que han aportado al enriquecimiento de esta composición consta el lojano Salvador Bustamante Celi (1876-1935), quien legó temas de popularidad que aún  escuchamos y entonamos como Dulce Jesús mío, No sé Niño hermoso, Ya viene el Niñito, Venid pastores, Lindo Niño, En los brazos de una doncella, entre otros.

Se incorporan a la nómina Hermenegildo Rodríguez Parra, José Nicolás Rodríguez, José Vanegas, Segundo Cueva Celi y Segundo Luis Moreno, cuyo aporte ha sido bastante significativo.

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En las últimas décadas resalta el trabajo de los sacerdotes Hernán Pinzón, John Macías y Hugo Vázquez Almazán, con villancicos muy hermosos que armonizan lo bíblico con las tradiciones y las estampas urbanas. 

 Las cantantes Astrid Achi, Hilda Murillo y Margarita Laso grabaron discos compactos con villancicos navideños, que comparten popularidad con las tradicionales realizaciones de los Pibes Trujillo, Luisín y demás artistas, reproducidos últimamente en tecnología moderna.

El conjunto musical del maestro Luis Antonio Medina Manrique tiene en circulación Aires navideños, con las voces del niño Segundo Andrade Moscoso y Gonzalo Vaca.
Instituciones, planteles primarios y secundarios tampoco olvidan la difusión del villancico y ofrecen festivales.