En esta época, los centros comerciales son el lugar donde los deseos se definen, donde la gente decide qué quiere por Navidad. A las jugueterías acuden familias enteras para que los niños elijan sus regalos.

“Ya Papá Noel nada que ver, a mis tres niñas les compro los regalos delante de ellas”, dice Karina Reinoso, de 30 años, quien prefiere evitarse el trajín de acudir dos veces a una atiborrada juguetería en diciembre.

Gloria Mogrovejo, de 27 años, piensa igual. Junto a sus dos hijos, la noche del jueves ella gastó $ 250 dólares de los $ 500 que tiene presupuestado para juguetes. “Me preocupa explicarles que Navidad no solo es lo material, sino el nacimiento de Jesús”, dice Mogroviejo, al tiempo que empuja un carrito lleno de paquetes en Juguetón, del Mall del Sol.

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Muchos padres reviven sus deseos de navidades pasadas, a través de los regalos que les dan a sus hijos. Eduardo Larrea, de 40 años, examinaba desde varios ángulos una moto de agua a control remoto que le va a regalar a su niño de 7 años. “Él quiere un Playstation 3, pero mejor le voy a comprar una de estas”, dice. “Cuando yo era chico no había juguetes así. El año pasado me compré, para mí, una pista de carreras de 16 carros”, indica Larrea.

Varios centros comerciales, como San Marino, han adecuado un espacio para que los niños le digan a Papá Noel lo que quieren por Navidad.

Thalía Romo, de 9 años, tenía una larga lista de peticiones, pero la niña fue una cliente difícil. “Este Papá Noel está más o menos, se ha puesto mucho maquillaje. Igual le dije lo que quería, por si acaso”, afirma.

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Mientras los niños son cada vez más suspicaces, hay adultos que no quieren dejar de creer. Ana María García, de 25 años, no tuvo reparo en sentarse en las piernas de Papá Noel, a tomarse una foto. “Lo hice porque quería pedir un deseo”, dice García, “eso es la Navidad, que todos nuestros deseos se cumplan”.

Quizá sea mucho pedir para un mortal vestido de rojo, pero este tipo de cosas ya son comunes para el hombre que interpreta a Papá Noel en San Marino, quien se identificó solo como Nicolás e insistió en que vive en el Polo Norte. A su lado, Alejandra Suárez, de 22, estaba disfrazada de regalo navideño. “Es cansado, agotador, fastidioso y te aburre”, dice Suárez sobre su empleo, aún sonriendo y saludando a la gente.

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Por su trabajo, del 1 al 24 de diciembre, de 16h00 a 21h00, ganará 200 dólares.
“Pero hay algo gratificante en ver a los niños felices que me abrazan y me dicen ‘regalito, te quiero ver en mi árbol de Navidad’”, dice Suárez.

Para muchos como ella, los deseos de diciembre se han cumplido con la oportunidad de ganar un sueldo.

Dennise Osorio, de 19 años, estudiante de la Universidad Laica, consiguió este mes su primer empleo, envolviendo regalos en el Mall del Sol. El trabajo, de lunes a domingo, es pesado y de mucha presión, indica, pero necesita los $ 400 dólares que ganará.

También es la primera vez que trabaja David Ushca, de 11 años, quien vende prendedores luminosos a un dólar afuera del Policentro. Este mes, David irá a la escuela por las mañanas, y por las noches, cuando la gente sale cargada de paquetes, tratará de vender la mercadería. Sus deseos son más sencillos que los de  los clientes del centro comercial. Todo lo que quiere David, por Navidad, es “ganar plata para comprarme ropa”.

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