Al costado derecho de la escalera eléctrica, en la parte central del Riocentro Los Ceibos, había mucho trajín. Decenas de personas, con fundas de compras en sus manos, hacían fila para presentar sus facturas y retirar boletos para los sorteos.

Al lado izquierdo, sorprendidos, una mujer y tres niños miraban la escena. La dama, vestida con ropa ajada, era María Ramírez, empleada doméstica de Salinas que vino a Guayaquil el pasado jueves porque su patrona la invitó.

Aprovechó la oportunidad para que sus hijos, Luis, César y Doménica, conocieran esta ciudad. Los hizo faltar a clases. “Valió la pena porque ese es el regalo de Navidad”. Los llevó al Parque Histórico y al Riocentro. Ahí les compró tres camisetas con calcomanías, que ellos soñaban ponérselas.

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María es madre soltera. No tiene casa propia y reside con sus hijos en una vivienda que está a su cuidado. Mas no le importó gastar $ 45 en las tres prendas, la mitad del dinero que obtiene cada mes de sueldo como empleada doméstica.
“Ya no les doy más. Tuvieron su paseo y su ropita. Los juguetes y caramelos les han de dar en la escuela”, dijo.

Ramírez y sus hijos son una de los miles de familias para las que el mejor regalo navideño es acudir a un centro comercia, comprar alguna prenda o artículo como recuerdo y soñar con todo lo que observan en las vitrinas.