La conjura se puso en marcha en los días en que Henry Kissinger dirigía la política exterior de Estados Unidos bajo Richard Nixon, y Estados Unidos hizo muy poco por desalentarlo.

El New York Times publicó lo siguiente en uno de sus editoriales del miércoles 15 de diciembre:

Gracias al fallo que emitió una Corte chilena el lunes de esta semana, al final todo parece indicar que se acerca el día cuando el general Augusto Pinochet,   el ex dictador militar, será enjuiciado por crímenes cometidos hace decenios.

Actualmente Pinochet es un hombre muy viejo, pero los sentimientos normales de simpatía están fuera de lugar. Este juicio debería haber empezado hace varios años.

La prolongada demora es enteramente resultado del esfuerzo de Pinochet con miras a evadir la responsabilidad legal. Los cargos se relacionan con uno de los crímenes más escalofriantes de su mandato, de casi 17 años de duración, una conspiración internacional para dar cacería y asesinar a opositores de las dictaduras militares de América Latina en el decenio de los setenta.

La conjura se puso en marcha en los días en que Henry Kissinger dirigía la política exterior de Estados Unidos bajo Richard Nixon, y Estados Unidos hizo muy poco por desalentarlo, aun cuando uno de los asesinatos resultantes fue perpetrado en las calles de Washington.

Pinochet se ha mostrado despreciativo hacia formalidades legales durante mucho tiempo. Su régimen empezó en 1973 con una insurrección militar en contra del gobierno elegido constitucionalmente, al que juró servir.

Desde el principio se produjeron arrestos arbitrarios, desapariciones y ejecuciones sumarias llevadas a cabo en secreto. Decenas de miles de personas, de las que se pensaba que simpatizaban con el gobierno depuesto, fueron detenidas y torturadas de manera sistemática.

Después, en un acto final de desprecio, el régimen de Pinochet se otorgó a sí mismo una amnistía por la mayoría de los actos de terrorismo de Estado y dejó tras de sí una constitución diseñada para diluir a la nueva democracia.

A lo largo de los últimos años, la democracia chilena ha empezado a liberarse de muchos de esos grilletes. En el 2000, la Suprema Corte de Chile despojó a Pinochet de la inmunidad personal de que gozaba como senador vitalicio. Se permitieron causas penales en los casos de desapariciones en los que se fallara que aún seguían vigentes cuando expiraron los límites de tiempo de la amnistía.

Los crímenes cometidos en el extranjero, como en este caso, también constituyen en la actualidad un motivo legal obligatorio para un enjuiciamiento.

La estratagema final de Pinochet, hacer que lo declararan no apto para enfrentar un juicio debido a su edad y enfermedad, empezó a fallar luego de que se desempeñara de manera impresionante en una entrevista efectuada en Miami, el año pasado.

Esta semana se derrumbó incluso más. Aún son posibles más demoras, pero ahora existen buenas probabilidades de que Pinochet finalmente enfrente a la justicia.

© The New York Times News Service.