La tregua en la disputa comercial entre Brasil y Argentina tendía evaporarse este viernes tras la Cumbre del Mercosur en Ouro Preto (sudeste), donde el presidente Néstor Kirchner reclamó que los beneficios del bloque no tengan una sola dirección, ni se perjudique a sectores internos de los países.
Los negociadores de ambos países habían establecido hace una semana un compás de espera de 30 días para volver a discutir el planteo argentino de fijar protecciones automáticas (salvaguardias), entre otras medidas para impedir que el libre intercambio dañe su castigada industria.
El espinoso tema había quedado entre paréntesis para evitar cortocircuitos en un encuentro destinado a relanzar la asociación, pero Kirchner dijo que "el Mercosur tiene que constituirse también en un bloque de asistencia recíproca para un desarrollo equilibrado".
"Es como si se hubiera dejado librado al mercado la posible integración, relegando la labor proactiva que los Estados deben asumir para producir efectos económicos", dijo Kirchner en la Sala Diamantina del Palacio de Convenciones.
En una reciclada fábrica metalúrgica, de las tantas que nacieron aquí tras el descubrimiento de oro, hierro y otros minerales hace 300 años, el mandatario argentino abogó por "rescatar el Tratado de Asunción (fundacional, en 1991) de entre los papeles del archivo y ponerlo en plena vigencia".
"Ninguno de nuestros países es por sí mismo ni tan grande ni tan fuerte como para prescindir del destino regional", dijo Kirchner mientras el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva lo miraba fijo.
Lula, quien encabezó las sesiones con templanza tras sufrir el jueves la muerte de un medio hermano, no recogió en ningún momento el guante.
Kirchner dijo, empero, que "se trata de problemas lógicos". La existencia de un matrimonio político y económico como proyecto estratégico a largo plazo no está en duda.
"Queremos un Mercosur para millones de latinoamericanos", dijo Lula antes de transferir la presidencia pro témpore a Paraguay, en manos de su jefe de Estado, Nicanor Duarte.
Duarte no tomó partido, pero dijo que dará batalla en favor de "una coordinación de políticas macroeconómicas" y se evitará que los "desequilibrios (naturales) entre los socios no perjudiquen la integración".
El mandatario paraguayo puso el dedo en la llaga de la naturaleza de la demanda de Argentina, que se ve a sí misma vulnerable para competir con el poder industrial y exportador de Brasil.
Buenos Aires espera hace tres meses que Brasilia responda si está de acuerdo en aplicar las salvaguardias ante amenaza de avalancha importadora.
Fue el caso de las lavadoras, televisores, cocinas, mercancías textiles, calzados y numerosos sectores que tiemblan cuando ven artículos brasileños entrar como aluvión en las góndolas de los supermercados y las tiendas.
Brasil está en camino este año de lograr el mayor superávit bilateral en la historia reciente, rondando los 2.000 millones de dólares, pero el déficit no es un problema para Argentina sino su necesidad de remontar un desempleo real de casi 20% y poner en pie su destruido aparato productivo.
El canciller Celso Amorim admitió que no se pueden descartar las salvaguardias, rechazadas de plano por los industriales de su país, aunque no sea la mejor solución.
"Es razonable que Brasil también aplique salvaguardias", dijo el secretario de Comercio de la cancillería argentina, Alfredo Chiaradía. La prensa brasileña dijo el viernes que se podrían limitar exportaciones argentinas de arroz y vinos, entre otra.
Un alto funcionario argentino dijo a la AFP el viernes que "la declaración de Amorim es un avance, pero después habrá que ver que dicen en la mesa de negociaciones".
Los funcionarios se retiraron a paso vivo y en silencio de esta hermosa ciudad con edificios coloniales e iglesias de estilo barroco, enclavada entre cerros cubiertos de vegetación.