Desde las 06h00 los únicos sonidos que se escuchan en los manglares de Balao Chico, cantón Naranjal, son el cantar de los pájaros y el contacto con el fango de las botas de caucho de los recolectores de cangrejos.

Quienes efectúan esta actividad integran la Asociación 6 de Julio. Para capturar un cangrejo, ingresan casi todo su cuerpo en el lodo, y hasta sus cabezas se cubren de fango.

Luego, cuando la labor termina, cerca del mediodía, empieza la tarea de atar a los ágiles animales. La destreza de estos hombres hace que cada atado quede listo en 10 minutos. Luego los embarcan en sus motos, bicicletas o carretas para después negociarlos a los comerciantes que acuden a ese sitio.

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La habilidad con la que un lugareño arma un atado en el sector de Naranjal es asombrosa, pero el secreto está en amarrarlos cuando los crustáceos todavía están llenos de lodo, para que así no puedan moverse.

Después de capturar los crustáceos, estos son trasladados a los sitios donde se los venderá, como el mercado Caraguay, cuyas ventas empiezan a las 05h00 y terminan por lo general a las 20h00.

Los precios por cada atado de cangrejos varían de tres dólares hasta los denominados “manos gordas”, que alcanzan un valor de seis dólares. Para degustarlos, existen sitios tradicionales como Ochipinti, en Los Ríos y Pedro Pablo Gómez, y Red Crabs, de la ciudadela Urdesa.