Estudia en primer curso del  Balandra. Asegura que en ocasiones le recomienda a sus compañeros qué medicina tomar cuando sufren de algún  malestar.

A sus 12 años, Carlos Andrés Vásquez ya sabe qué hará cuando se convierta en bachiller: seguir la carrera de Medicina.

Para él, esta profesión es una carrera apasionante de la que quiere aprender día a día. Por eso desde hace tres años acompaña en el consultorio al doctor Carlos Vásquez, su padre, y se convierte en su discípulo y ayudante.

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“Yo no lo he obligado a nada, el interés por esta profesión surgió de él”, comenta el doctor Vásquez.

Pese a que su padre es cirujano pediatra, Carlos Andrés tiene claro que lo que quiere ser es cirujano plástico. “La pediatría me gusta, pero con la cirugía plástica tengo la oportunidad de incrementar la autoestima de los pacientes”, manifiesta.

El consultorio de su padre no es el único sitio donde ha aprendido sobre la profesión. Este chico, de ojos claros, y al que en escasas ocasiones se le escapa una sonrisa, ingresa al quirófano junto a su progenitor, desde que tenía 9 años.

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“Nunca me ha dado miedo la sangre. Al contrario, me gusta estar ahí para ver en qué puedo ayudar o cómo se puede salvar una vida”, indica.

Su papá sostiene que él le permite ingresar a esta sala del hospital porque es un “joven que sabe que ahí adentro no se juega y solo ingresa conmigo, con nadie más”.

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Según Carlos Andrés, sus compañeros de clase le consultan cuando sufren algún malestar como dolor de cabeza o náuseas, no obstante, “sí les recomiendo que se acerquen a la enfermería del colegio para constatar lo que tienen, no quiero medicarlos”.

Las ansias por conocer más de cerca esta profesión lo han llevado a Carlos Andrés a perderse de algunos días de sus vacaciones colegiales para presenciar las clases que su papá imparte en la Facultad de Medicina de la Universidad Católica.

“Si por mí fuera, hiciera el preuniversitario lo más pronto posible”, expresa.

Sin embargo, ni su padre ni su madre, Eunice Andrade,  comparten ese criterio. Ambos opinan que pese a que su hijo es un joven capaz, aún es muy pequeño para compartir un aula con adultos.

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“Recién es un adolescente, aún no queremos que se relacione con adultos. Además, es muy complicado que él a su edad ya esté en universidad”, expresa Andrade.

Mientras, Carlos Andrés espera culminar la secundaria en el colegio Balandra para iniciar entonces los estudios superiores, ya lee algunos de los libros de su progenitor para ir ampliando sus conocimientos.

También, en algunas de las consultas que realiza su padre, el niño ha tenido la oportunidad de escribir las recetas para conocer los nombres de las medicinas.
“Él quiere recetar, pero soy yo quien le dicta lo que debe escribir en el recetario”, refiere el padre.

Aptitud
La psicóloga y orientadora vocacional, Elizabeth Verduga, afirma que Carlos Andrés es un estudiante con una actitud adquirida, lo que que no considera negativo para su desarrollo personal siempre que sus progenitores no le impongan la carrera.

“Él está desarrollando las aptitudes de su papá. Hay empatía entre ellos y él lo disfruta”, sostiene.

Verduga aconseja que a jóvenes con circunstancias similiares se los debe prepar  emocionalmente para evitar frustraciones futuras.

“Aún es muy joven como para saber si la Medicina es su  vocación. Quizá cuando ingrese a la universidad, note que eso no es lo suyo y temerá decírselo a sus padres para no decepcionarlos. En eso hay que trabajar”, explica.